Alejandro Paulino Ramos explica forma en que Trujillo asesinó hermanas Mirabal
Manuel Aurelio (Manolo) Tavárez Justo señalando a responsables del crimen (foto colección AGN)
“La dictadura de Trujillo y la
forma en que se ejecutó el asesinato de las hermanas Mirabal”
(Por:
Alejandro Paulino Ramos): "El año de 1960 fue, desde
muy temprano, catastrófico para Trujillo, que sin poder evitarlo presenciaba la
forma en que se iba concretizando el rechazo contra su régimen y
aumentaban a nivel nacional los movimientos conspirativos, así como la
necesidad de ponerle fin a más de treinta años de su oprobioso gobierno
sustentado en el poder militar, el control político y cultural, y la
persecución contra los opositores, aplicada a través de diversos mecanismos de
espionaje y tortura, que tuvieron como principales componentes operativos al
Servicio de Inteligencia Militar, dirigido por Johnny Abbes García y a las estructuras
terroríficas conocidas como la “Cárcel de La Cuarenta” y el centro de tortura
del Kilómetro 9 de la Carretera Mella, en la zona oriental de la capital.Una de las sillas eléctricas utilizadas por la dictadura
Crisis de la
dictadura
El proceso que llevaba a la crisis del régimen se había comenzado a sentir aproximadamente a partir de 1957, pero se hizo más angustiante para el dictador luego de las expediciones armadas de junio de 1959, lo que coincidió con un virtual alejamiento del gobierno de los Estados Unidos, que luego del triunfo de la revolución cubana estaban interesados en marcar distancia y propiciar políticas al margen de la figura de Trujillo; pero también se dejó sentir desde el mes de enero de 1960, cuando fue descubierta la formidable conspiración del Movimiento Revolucionario 14 de Junio encabezada por Minerva Mirabal y su esposo Manuel Aurelio Tavárez Justo, a la vez que la Iglesia Católica entraba en un franco enfrentamiento con el dictador y le exigía la excarcelación de cientos de jóvenes pertenecientes al referido movimiento, que estaban siendo detenidos en continuas redadas llevadas a cabo por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y los que para entonces el pueblo señalaba como los calieses de Trujillo. Junto a esto, tendríamos que señalar también la crisis diplomática iniciada en 1960, después del intento de asesinato contra el presidente Rómulo Betancourt de Venezuela, lo que motivó que a partir de agosto de ese año, la Organización de Estados Americanos (OEA) sancionara económicamente a la República Dominicana a la vez que los países miembros procedieron a romper sus relaciones con el gobierno de Trujillo. Desde entonces, el aislamiento internacional comenzó a corroer la base de sustentación del régimen.
A
principios de enero de 1960, Manolo Tavárez fue hecho prisionero y poco
después, al medio día del 23 de enero los agentes del Servicio de Inteligencia
se presentaron frente a la residencia de Minerva Mirabal donde la
apresaron y la llevaron a la cárcel de La Victoria; luego la trasladaron a la
Cárcel de La 40 y días después la dejaron en libertad, mientras que a su esposo
Manolo Tavárez Justo, a Pedro González y a Leandro
Guzmán, esposos de Patria y María Teresa los mantuvieron durante
meses en La 40 y en la cárcel de La Victoria.
Trujillo incrementó
la represión y el crimen
Como es ampliamente conocido, las muertes de las hermanas Mirabal y del señor Rufino Cruz que las acompañaba aquella tarde del viernes 25 de noviembre de 1960, está estrechamente relacionada con la reacción de Trujillo ante la formación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio y su afán en detener las conspiraciones que se gestaban en aquellos meses, para lo que no descartó exagerados niveles represivos y las muertes de sus opositores. La desesperación del tirano, lo llevó a expresar públicamente a través de su periódico “El Caribe”, la necesidad de ponerle fin a las actividades opositoras encabezadas por la familia Tavárez-Mirabal, y para esto el gobernante recurrió a la medida más extrema, que fue la de ordenar el asesinato de las hermanas Mirabal.
El presidente Trujillo y su hermano Negro Trujillo |
Las
circunstancias que rodearon aquel nefasto acontecimiento; los planes para
ponerle fin a las vidas de las tres hermanas de la sección Ojo de Agua, Salcedo;
la manera en que Trujillo instruyó al jefe del Servicio de Inteligencia Militar
que ejecutara su orden; el equipo de agentes del SIM que participó en la
criminal acción y todo lo relativo con las últimas horas de vida de las tres
hermanas y Rufino de la Cruz, están contenidas en varios documentos y
testimonios de los que actuaron como responsables de ejecutar el crimen,
destacándose entre estos el escrito por Johnny Abbes García, quien era el jefe
del Servicio de Inteligencia, titulado “Odisea y muertes de las hermanas
Mirabal”, publicado en Nueva York en 1967. También el texto de Víctor Alicinio
Peña Rivera, que en su condición de responsable del Servicio de Inteligencia en
el Cibao, le tocó ser el jefe de la operación, la que narró en su
libro-memorias con el nombre de “Trujillo: historia oculta de un dictador”,
puesto a circular en 1977, y en los testimonios aportados por testigos
presenciales de la forma en que los calieses del SIM detuvieron y asesinaron a
Patria, Minerva y María Teresa, contenidos esos testimonios en el
expediente del juicio contra los asesinos, que concluyó el 24
de noviembre de 1962 y fue publicado más tarde por la Comisión Presidencial de Efemérides Patrias
en el 2011, con el título “El juicio a los asesinos de
las hermanas Mirabal” y del que forman parte las conclusiones a las
que llegó el tribunal con jurisdicción nacional encargado de procesar a los
responsables de las muertes de las hermanas Mirabal. De modo, que lo que a
continuación vamos a relatar son las evidencias
testimoniales y escritas de lo que tuvieron relación con
aquel abominable hecho, que puso fin a las vidas de tres valientes mujeres cuyo
único delito fue oponerse a la continuación de una dictadura que por más de
treinta años saqueó, oprimió y bañó en sangre al pueblo dominicano.
Detalles de la Justicia
relacionados con el crimenPatria Mirabal
En la
sentencia de la Cámara Penal con
Jurisdicción Nacional, aparece un breve párrafo que nos sirve para
introducir algunos de los elementos circunstanciales vinculados al crimen
ordenado por Trujillo. En esa sentencia, que está señalada en el
expediente como la numero 28, se puede leer lo que a continuación
citamos, y que guarda relación con una fiesta celebrada en San
Cristóbal el 12 de octubre de 1949, narrada con detalles por el historiador
William Galván en su obra “Minerva
Mirabal: historia de una heroína”. En la referida sentencia se anotó el
acoso que desde antes de esa fiesta sufría Minerva de parte de Trujillo.
Citamos la sentencia en la que se dice:
«Que las hermanas Minerva Mirabal, Patria Mirabal y María Teresa Mirabal
desde su mocedad mostraron repudio a la persona y al régimen dictatorial que
mantenía en nuestro país Rafael L. Trujillo; que, bien fuera para sonrojar la
familia ya para satisfacer reclamos libidinosos, el Dictador hizo celebrar una
fiesta en la ciudad de San Cristóbal, a la que fue invitada la familia Mirabal,
y la que se vio obligada a asistir a ella; que en la fiesta antes dicha el
Tirano se acercó a Minerva Mirabal y la requirió de amores haciéndole
proposiciones deshonestas e inmorales, las que, con gran sorpresa de él, ella
rechazó gallarda y valientemente; que tal suceso exasperó más aun al tirano
contra esta virtuosa familia, al extremo de que poco tiempo después fue
encarcelado por orden directa del Tirano el señor don Enrique Mirabal
Fernández, padre de las hermanas Mirabal y su esposa Mercedes Reyes de Mirabal,
así como la propia Minerva Mirabal”.
Posterior
a ese hecho, para 1953, Trujillo intentó entorpecer los estudios de
Minverva y sobre su familia se sintió el acoso permanente de la
dictadura, que se acrecentó en las medidas en que Minerva asumía iniciativas
políticas contrarias al régimen, como sucedió desde antes de las expediciones
de junio de 1959 y de la formación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio a
principios de 1960.Una de las sillas eléctricas de La 40
Como un
hecho que puede dar indicios de la animadversión de Trujillo
contra la familia Mirabal, se puede citar lo acontecido
en Santiago, el 16 de mayo de 1960, cuando en uno de sus recorridos políticos
el mandatario aprovechó para opinar sobre las actividades de sus opositores,
quienes, de acuerdo a él, desarrollaban actividades clandestinas, diciendo que «ciertos católicos, con sotana o sin ella,
trabajan con los comunistas y «Testigos de Jehová», apuntando que donde los
opositores habían echado raíces «más hondas» había «sido en la sección de Conuco y en las ciudades de Tenares y Salcedo,
hasta llegar a San Francisco de Macorís».
En esas
declaraciones, Trujillo señaló por sus apellidos a los responsables de que en
el Cibao se produjeran esos movimientos. La región estuvo por décadas
controlada, pero ahora parecía no se podía contener ni evitar el auge del
rechazo a su política, por lo que volvió a reiterar: «años atrás en Conuco se destacaron los Mirabal y sus familiares, y
algunos miembros de la familia González. Los comunistas también hicieron
intensa campaña en La Vega y en las secciones de Cutupú y Río Verde». Se
expresó sin dejar de acusar a los que, desde Santiago, también se habían
convertido en enemigos de su régimen, como eran los casos de «miembros de una
familia de apellido Pérez».
La tumba de las tres hermanas |
«Una mañana en los primeros días de noviembre del turbulento 1960,
llegaba yo a mi despacho del SIM cuando la chicharra con la que el Dictador
frecuentemente me llamaba, sonó con fuerza. Eran las seis de la mañana; pero no
me sorprendió lo temprano de la hora porque yo sabía que Trujillo, aun cuando
trataba de ocultarlo, estaba sumamente preocupado con el giro que tomaban los
asuntos políticos en el país”.
María Teresa Mirabal
Y
refiriéndose a las jóvenes de Salcedo, dice Abbes García que Trujillo le dijo —«El
problema de las Mirabal hay que liquidarlo».
«Sabía
muy bien lo que esas palabras significaban y de mi parte estaba preparado para
una orden semejante.
Entonces
apunta Johnny Abbes que le contestó a Trujillo—«Muy bien, Jefe.
Yo me encargaré de la operación».
Pero
Trujillo pensaba que las hermanas podían ser persuadidas para que abandonaran
sus actividades políticas, por lo que ordenó que la llevaran a su despacho para
una breve entrevista en la que estuvieron presentes las tres hermanas, Johnny
Abbes y el propio gobernante:
—«Tráeme
a las hermanas Mirabal». Le instruyó Trujillo.
«Eso
fue a las nueve de la mañana. A pesar de encontrarse en su hogar de Salcedo, a
muchos kilómetros de distancia de la capital, antes de las doce de ese día, las
tres hermanas estaban en presencia del Dictador.
El
gobernante sin saludarlas les dijo con violencia:
—«Yo sé
que ustedes están conspirando para tumbar mi Gobierno; pero quiero darles una
oportunidad. ¿Qué desean? ¿Aspiran a algún cargo de la Administración Publica?»
Minerva,
la más resuelta y la mayor fue la que respondió por ella y por sus hermanas,
sigue narrando Johnny Abbes:—«Excelencia, nosotros no somos
políticas…Queremos que liberte a nuestros esposos» .
Se
referían a Manolo Tavárez Justo, Pedro González y Leandro Guzmán, tenidos en
prisión desde principios de 1960, cuando fueron apresados y torturados en la “cárcel
de La 40”, acusados de formar parte y dirigir el Movimiento Revolucionario 14 de Junio.
Cuenta
Abbes García que Trujillo se enfureció con la inesperada respuesta de Minerva y
le dijo de manera amenazante:—«Está bien. Hemos terminado. De ahora en
adelante las trataré como lo que ustedes son: como revolucionarias».
Ese día
se ordenó de manera definitiva a proceder a planificar las muertes de las
hermanas, que también estaban implicadas en la lucha clandestina contra el
régimen, por lo que eran mantenidas vigiladas.
«Tres
días después de haber ordenado Trujillo la liquidación del problema Mirabal,
--sigue diciendo Abbes en sus memorias--, recibí un informe confidencial de
nuestra oficina de Santiago en la que se hablaba de un desesperado plan de las
hermanas y de un grupo de jóvenes del Cibao para tratar de libertar a los Dres.
Tavárez Justo, Leandro Guzmán y a Pedro González”, los esposos.
Y así
lo dejó escribió el jefe del Servicio de Inteligenciado para ser publicado años
después en el periódico “El Tiempo” de Nueva York: “De acuerdo
a lo convenido, ese mismo día envié a Palacio a uno de los miembros del SIM más
eficientes y discretos, Ciriaco de la Rosa, a transmitir instrucciones en clave
a uno de los más inteligentes investigadores a mi servicio, al Capitán Alicinio
Peña Rivera”, Jefe del SIM en el Cibao. Quien procedió a ejecutar las ordenes
llevadas hasta su despacho por Candito Torres, que de manera formal ejercía la
dirección del Servicio de Inteligencia Militar, aunque en realidad el jefe del
SIM lo seguía siendo Abbes García. Por esa razón y en cumplimiento de la misión
encargada, desde los primeros días de noviembre se comenzó a esperar la
oportunidad para asesinar las tres hermanas; pero los días pasaban y el plan
elaborado no terminaba de ser ejecutado, debido principalmente a razones de
seguridad y discreción, pero Trujillo estaba furioso e impaciente. Y cuenta
Abbes que el General Pupo Román, después de recibir la orden determinante de
Trujillo, le dijo a él, el sábado 24 de noviembre de 1960, lo
siguiente:
—«De
mañana esto no puede pasar». Y Yo le dije a Ciriaco de la Rosa:
—«De
mañana esto no puede pasar» [...]. «Y del 25 de noviembre del 1960 no pasó».
En la
planificación de la muerte de las heroínas de Salcedo participaron de manera
directa Rafael L. Trujillo quien ordenó cometer el crimen, Johnny
Abbes García y Pupo Román, encargados de elaborar el plan criminal; además
de Candito Torres que fungía como jefe del Servicio de Inteligencia
pero que actuaba bajo las ordenes de Abbes García, y Víctor Alicinio
Peña Rivera, que era el jefe del Servicio de Inteligencia Militar en la región
del Cibao y principal responsable de la ejecución de lo planificado.
Lo que ahora procedemos a leer está
contenido en las memorias del capitán Víctor Alicinio Peña Rivera, publicada en
forma de libro en 1977, con el título “Historia oculta de un
dictador: Trujillo”:
Víctor Alicinio
Peña Rivera fue jefe de la operación
Candito
Torres, quien actuaba como formal jefe del Servicio de Inteligencia
se reunió en Santiago con Alicinio Peña Rivera, con el fin
de darle forma y llevar a cabo lo planificado tal y como se lo
habían ordenado. En ese encuentro tomaron en cuenta múltiples detalles, como
por ejemplo: quienes o cuales de los miembros del SIM ejecutarían de manera
directa la orden, instruyéndoles a estos que se cuidaran de cortar los cuatro
trozos de palos que utilizarían para golpearlas y de esa manera no tener que
utilizar armas de fuego, pues las instrucciones indicaban de que todo debía
parecer un accidente. También procedieron a trasladar desde la cárcel de “La
Victoria” hasta la comunidad de Salcedo a los esposos de las jóvenes
anti trujillistas.Víctor A. Peña Rivera, jefe del SIM en región del Cibao
Manolo
Tavárez y Leandro Guzmán luego fueron sacados de la cárcel de Salcedo, y desde
allí los trasladaron a la cárcel de Puerto Plata debido a que el crimen seria
cometido en la carretera que llevaba de Santiago a esa localidad. Además,
tuvieron en cuenta de que al momento del asesinato las Mirabal no
estuvieran acompañadas de niños ni ancianos, y escogieron el sitio exacto, el
lugar en que serían lanzados los cadáveres y el vehículo en que
viajaban. También hicieron lo posible para borrar las huellas de los
responsables de la eliminación física de las heroínas de Ojo de Agua. Todo
estaba concebido para que el crimen quedara registrado como un
accidente automovilístico.
El
capitán Alicinio Peña Rivera, el eficiente jefe del Servicio de Inteligencia
Militar en el Departamento Norte con sede en la ciudad de Santiago, discutió
los detalles en una reunión sostenida con Candito Torres en el «Café
Antillas» ubicado en el centro de la ciudad de Santiago de los Caballeros.
Torres era formalmente el jefe del SIM, y había
recibido la orden de transmitir de manera directa y personal las instrucciones
de Johnny Abbes García a Peña Rivera. Ellos eran los jefes
responsables de la operación y así quedó confesado en las memorias que Peña
Rivera publicó en 1977.
Rivera marro en su libro que la orden le llegó de manera inesperada: “Llegó de improvisto –dice él refiriéndose a Candito—, y me sorprendió verlo entrar al recinto de mi cuartel. En su kepis lucía los ramos dorados de oficial superior. Era el mayor Torres Tejada, Jefe del SIM. Nos saludamos con cordialidad y me invitó a tomar una cerveza en el Café Antillas, legendario establecimiento regenteado por unos nacionales chinos, situado frente a la plaza de recreo de la ciudad. Nos acomodamos en su automóvil y partimos.
Ya
habíamos consumido una ronda de cervezas cuando comprendí que mi oficial
superior estaba tratando de decirme algo en especial. Mis sospechas se
confirmaron cuando en un tono muy confidencial me dijo:
“—Vengo
de parte del ministro de las Fuerzas Armadas, general Román para que dispongas
el traslado a Puerto Plata de los esposos de las Mirabal, que están en la
cárcel de Salcedo. Diles que estamos esperando una introducción de armas
clandestinas, y como esperamos capturar a los contrabandistas necesitamos
tenerlos en el área de los hechos para que ellos no ayuden a determinar si esas
personas pertenecían al movimiento «14 de Junio». Explícales que tan pronto
termine la operación serán regresados a Salcedo, que contra ellos no hay nada,
y que sus esposas pueden visitarles como de costumbre”.Johnny Abbes García
«Torres
Tejada hizo una pausa, y luego agregó:—Una vez trasladados tú
deberás prepararle una emboscada a las Mirabal en la carretera, matarlas y
simular un accidente automovilístico, sin que nadie quede vivo. Ese es el deseo
del Jefe […]. Ahora me daba perfecta cuenta que mi fin estaba
acercándose. Alguien quería ponerme en una situación tan peligrosa y
comprometedora”.
Y Sigue
contando Víctor Alicinio: El
18 de noviembre, los agentes del SIM, Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estada
Malleta, Néstor Antonio Pérez Terrero y Ramón Emilio Rojas Lora, bajo la
dirección de Ciriaco de la Rosa, regresaron sin haber consumado la orden,
alegando que varios niños acompañaban a las hermanas Mirabal. El 22 de noviembre
tampoco realizaron el hecho alegando las mismas razones.
«El
cabo Ciriaco de la Rosa me confesó que ellos no tenían el menor entusiasmo para
cumplir las órdenes recibidas, y me rogó que fuera a la capital, donde el Jefe
del Servicio de Inteligencia, a exponerle las dificultades que se les habían
presentado, principalmente por la presencia de niños. Fue enfático, diciendo
que no se les podía demandar que mataran aquellas criaturas».
El 25
de noviembre, el grupo de agentes del SIM rondó cerca de la Fortaleza San
Felipe de Puerto Plata, y comprobó que Minerva y María Teresa Mirabal habían
ido a visitar a sus esposos. Esta vez solamente les acompañaba su hermana
Patria, y utilizaban un «jeep Toyota», conducido por un campesino llamado
Rufino de la Cruz. Este no tenía cuentas pendientes con el régimen. El destino
había dispuesto que condujera el vehículo en que viajaban las hermanas Mirabal.
Moriría, porque en este tipo de acción no podían quedar testigos. Las hermanas
Mirabal en esta ocasión no llevaron a sus hijos. Este era el momento propicio
que se había estado esperando”.
Vivienda residencia de la familia Mirabal |
Después de terminar la visita en la
cárcel de Puerto Plata—sigue narrando Alicinio—las hermanas Mirabal se despidieron de sus esposos al concluir el tiempo que
se había fijado para la visita, ajenas a lo que les esperaba. Tampoco ellas
sospechaban que en esa muy trágica tarde estaban viendo a sus esposos por
última vez. Y mucho menos se imaginaban los esposos que al despedirse, era el
adiós postrero.
Las
hermanas y su acompañante regresaban a su pueblo, ajenas de lo que les esperaba
en el camino de regreso a Salcedo. Lo que sucedió aquella tarde, fue contado en
la causa judicial por José G . Pérez Hernández, quien viajaba junto a otros en
un camión de la “Caja de Seguros Sociales” y fue uno de los testigos
presenciales de lo que pasó en un puentecito ubicado en aquella
vía. Pérez Hernández contó en el juicio, en presencia
de los inculpados, lo siguiente: «Llegamos a Puerto Plata el 25 de
noviembre a llevar medicinas, y después de entregarlas, salimos, y en el puesto
de guardia nos chequeamos; nos pasó un jeep, al llegar a un puentecito había un
carro Pontiac, se paró el jeep y lo asaltaron. Nosotros al ver el caso, le dije
al chofer párate, y una de las hermanas Mirabal cogió para donde nosotros, ella
gritó auxilio, socórrannos, son caliés y
nos van a matar”.
«Uno de
ellos la arrancó del camión, volvió otro y la ayudó a montar en el carro; uno
de ellos nos dijo que si decíamos algo nos podríamos embromar; y le dije que
trabajaba con Cholo Villeta; venía una camioneta de Agricultura y al
preguntarme qué pasaba, yo le dije sigue; pasó el jeep y siguió y el hecho
sucedió de cinco y diez (5:10) a (5:15), de la tarde”.
A esa
hora, las hermanas y Rufino de la Cruz fueron secuestrados por los miembros del
SIM en el pequeño puente conocido como Mara-Picá”. Y sigue narrando el testigo
Pérez Hernández:
«Había
un Mercedes Benz rojo parado y un hombre con sombrero de vaquero, y al salir a
la carretera de Monte Cristi, había un cepillito dando vuelta detrás, y el
chofer dijo, yo le voy a dar con el camión, y yo le dije; yo abro la puerta y
me voy, porque vacío no podemos pelear con estas gentes y después que llegamos
a San Juan fue que supimos lo que ocurrió.Vehículo en que se transportaban las hermanas Mirabal
«El que
arrancó la muchacha del camión fue Ciriaco de la Rosa, vino otro y le ayudó al
señor; lo ayudó Manuel Alfonso Cruz Valerio, lo ayudó a llevarla; Malleta se
quedó con el chofer en el jeep y con De la Rosa se llevó el jeep.
«De la
Rosa fue quien me amenazó, no pude observar el número del carrito; no pude
reconocer a ninguno, era un carro del Servicio de Inteligencia y nos habían
amenazado; era gris, de los que acostumbraban a usar, en buen estado, casi
nuevo, no lo volví a ver.
Después
de esos detalles, el testigo presencial volvió a ratificar lo antes dicho:
«En
Villa nos pasó y nosotros entramos por Majagua; el carro Pontiac estaba parado
en el puentecito a la derecha y ellos las asaltaron, y el jeep a la izquierda;
ellos asaltaron el jeep por los dos lados; una de las víctimas habló con el
chofer y dijo avísenle a los Mirabal que nos van a matar; yo no sabía que a las
mujeres le hacían eso; ellas estaban vestidas de blusas amarillas de seda y
falda sastre marrón. Eso fue en estado de desesperación cuando la arrastraron
al carro, fueron dos los que indiqué, Ciriaco de la Rosa y Manuel Alfonso Cruz
Valerio; el Servicio de Inteligencia no nos llamó en ningún momento».
En
cuanto a la forma en que fueron asesinadas las hermanas Mirabal, en la
carretera que llevaba a Santiago, cuenta otro testigo, de
nombre Pascual de Jesús Espinal:
«En el
año 1960 solicites a la oficina de Obras Públicas en Santiago trabajo de
jornalero, se me concedió trabajar en la carretera, no sé si fue en mayo o
junio [...]. Recuerdo que en noviembre hubo un parao, le solicité que se me
dejara trabajando y se me concedió [...]. El 25 llevo la mañana de trabajo y
pasaban máquinas, recuerdo sí que pasó un camión entre 7 u 8 cuando empezábamos
a trabajar. Era del Seguro Social, como al medio día llegó un jeep con tres
mujeres manejado por un señor, a quienes no conocía. El chofer con precaución
se detuvo y dijo una de las señoras: «Bajemos para que pase el jeep». Se
montaron nuevamente y se fueron de Santiago a Puerto Plata, ya se estaba terminando
el trabajo.
«Más
tarde, como a eso de las cuatro, llegó un carro Mercedes Benz color rojo
ladrillo y un carrito cepillo y siguieron a prisa. Un compañero dijo «esos
carros del SIM pasan como el diablo» y otro dijo: «no menciones SIM que tú
sabes cómo está la cosas». Seguimos trabajando y luego llegó un camión volteo
con órdenes de trasladarnos a otro sitio, señalando a Tamboril a quitar dos
derrumbes pequeños que se habían hecho. [...].
«Cuando
era cerca de las cuatro el capataz dijo ya es hora, vámonos, yo corrí a la
casita a buscar mi ropa y el volteo me dejó a pie, tomé un acto de violencia y
me senté. Salí a La Cumbre en busca de vehículo, cuando había caminado tres o
cinco kilómetros me dio ganas de evacuar y me paré, me interné donde había una
lomita, e hice mi actuación. Salí y vi que venía una máquina, sentí que se
pararon delante de mí, cogí mi pala e iba subiendo por otra parte más bajar
entre yerbas y matas. Lo primero que alcancé a ver fue un jeep parado, seguí
caminando y vi el carro mercedes Benz rojo y vi a Alicinio Peña Rivera que
bajaba. Cuando vi el tiburón me agaché porque era peligrosísimo, me agaché y vi
que en el jeep venía una sola persona, en lo que abrió la puerta y la agarró,
agarró una mujer por los cabellos y cayó boca abajo, la levantó y delante de la
mujer venía un señor blanco, de cada lado venía un hombre. Uno de ellos la echó
afuera y otro señor indio alto sacó otra y se me parecieron a las señoras que
yo vi, una tenía el pelo corto, vi que le quitaron una venda, vi cuando un
hombre con un punzoncito fino brilloso lo enterró a la mujer; esta gritó,
entonces el otro hombre que le enterró otro punzoncito; un señor gordito indio
estaba refregando con ella pegado al jeep. Ellos buscaban hacia arriba, Peña
Rivera dio la vuelta y haló por la pistola y dijo: «ustedes no son hombres»,
cuando ellos acabaron de matar las tres mujeres, llegó otro jeep con otros
hombres y vi que sacaron un hombre amarrado y el hombre dijo: «hasta a mí me
van a matar». Vi a Alicinio cuando le dio con el punzón. Peña Rivera rompió la
capota del jeep, vino un gordito y haló la capota.
«La
primera que Peña Rivera entró en el jeep,—sigue narrando el testigo Jesús
Espinal—fue la gordita gallardona, tiraron el hombre que quedó cruzado de
la señora y la otra fue tirada y luego vi cuando cuatro hombres la tiraron con
el jeep a la zanja, vi cuando una soltó un zapato. Llegó un cepillo y Peña
Rivera dio la vuelta seguida. Pensé que podía haber alguna persona acechando
que estuviera escondida, yo seguí la carretera a paso doble. A pocos momentos
como a tres cuartos de hora llegué a La Cumbre, había dos guardias, uno me
llamó me preguntó que de dónde venía, le dije que venía de trabajar y que un
camión me dejó, me pidieron la cédula y me entraron, me sentaron en un banco y
como a la media hora llegó un señor indio gordito con una gorra, me preguntó
¿de dónde Ud. Viene? Le respondí que trabajaba en la carretera y me preguntó si
yo vi algo. Al transcurso de tres cuartos de hora me entregó la cédula un
guardia y me dijo: váyase y póngase de aquel lado de la carretera; pasó una
guagüita y me llevó por $0.25. Al otro día una señora comentaba que se volcó un
jeep con tres señoras y que fue un accidente, una señora comentó:
«¿accidente?». Un hombre le dijo: ¡cállate la boca!».
“Podrás asesinarme; pero jamás gozarme”
Sobre
la manera en que fue cometido el múltiple asesinato, Johnny Abbes García
cuenta, en su confesión escrita y publicada en el periódico “El Tiempo”
de la ciudad de Nueva York, lo que sigue:
«Las
hermanas Mirabal regresaban a Salcedo después de haber visitado a sus esposos
en Puerto Plata.
“Nuestros
hombres las esperaban un poco más distante: [...]. Las hermanas Mirabal venían
con un hombre: el chofer del jeep Rufino de la Cruz. «Al ser interceptadas una
de ellas se zafó momentáneamente de sus apresadores y pidió ayuda a la gente de
un vehículo que pasaba por casualidad. Ya era tarde para volver atrás. Los
hombres del SIM sabían que en esa operación les iba la vida y que ya ni
Trujillo ni yo íbamos a tolerar más aplazamientos. Las muchachas fueron apresadas
y llevadas a un camino secundario y desierto que cruzaba la carretera
principal. Allí cada uno de los hombres las ultimó a palos; pero se presentó un
incidente que pudo haber fracasado la operación [...]. «Ante la belleza de
María Teresa, con el vestido desgarrado y luchando por su vida, pretendió gozar
a la muchacha. La mujer se defendió como una leona y le grito: —«Podrás asesinarme; pero jamás gozarme».
«Ciriaco
de la Rosa había recibido instrucciones precisas para ejecutar la acción lo más
rápidamente posible [...]. Una vez liquidadas las mujeres y el chofer de la
Cruz, fueron llevados al Jeep, el cual fue empujado hasta precipitarlo por uno
de los precipicios que bordean el camino carretero.
«Convengo
en que la muerte de las hermanas Mirabal fue un hecho capaz de suscitar
protestas; pero tanto en las dictaduras como en las democracias suelen
cometerse hechos censurables, aunque necesarios políticamente. Trujillo quiso
conquistar a las hermanas para la causa de la paz. No pudo. El país se debatía
acosado por todas partes. Fue determinación radical”.
Luego
de la espeluznante confesión del terrible jefe del SIM y de la “Cárcel de La 40”,
vamos a proceder, de manera breve a explicar lo que aconteció en las horas y
días posteriores al múltiple asesinato: Ese día 25 de noviembre, al caer la
tarde se había cometido el crimen, pero para los agentes del SIM que habían
participados en su exitosa operación, todavía la orgia de sangre no había
concluido, pues el señor Ramón García, residente en la localidad de
Salcedo, contó en la referida causa judicial, lo que aconteció en una propiedad
que había sido de la familia González-Mirabal, que en esos días había sido
confiscada por la dictadura y entregada en propiedad al capitán Víctor Alicinio
Peña Rivera, el mismo que dirigió el crimen contra las tres hermanas.
Una fiesta para
celebrar el asesinato
El
señor Ramón García narró entre otros detalles, que la noche del crimen varios
de los implicados llegaron a la propiedad y celebraron una fiesta que fue
amenizada por el músico guitarrista Pedro Antonio Pantaleón, quien también dio su
testimonio como parte de la causa penal:
El
guitarrista Pedro Antonio Pantaleón dijo que conocía a varios de los asesinos
que estaban siendo juzgados, entre ellos a Ciriaco de la Rosa, Cruz Valerio, y
Estrella Malleta, que le decían Cubanito; también a Gómez Santana, Peña Rivera
y había visto a Rojas Lora y a Pérez Terrero en la referida celebración. Contó,
que después de asesinar a las hermanas, «al poco tiempo -llegó- un cepillo con
estos 5 adelante y Silvio Gómez Santana y trajeron la noticia de que las
hermanas Mirabal se habían matado y tiraron tiros; le noté que estaba arañado;
le pregunté qué le pasó y me dijo que fue unas malditas mujeres que fueron a
coger presas y los aruñaron y lo mordieron y tuvieron que cogerla por el
cuello; que se fueron los otros y quedó Silvio Gómez Santana y Heriberto
Rivera, y me dijo que buscara una guitarra y nos pusimos a tocar; tomando mucho
ron».Rufino de la Cruz: amigo de las hermanas
En los
tres días posteriores al asesinato, el régimen se concentró en borrar las
huellas del hecho y debido de que se estaba comentando sobre las
implicaciones de Trujillo en el crimen, este se empecinó en que la población
creyera que las muertes habían sido ocasionadas por un accidente de tránsito.
Con ese fin, el capitán Peña Rivera se dirigió a la residencia de la familia
Mirabal y allí presionó a doña Mercedes Reyes Camilo, madre de las
tres hermanas Mirabal, para obligarla a firmar una carta en la que
ella aceptaba, en contra de su voluntad, que aquel hecho
era fruto de un accidente automovilístico y no un crimen que ya era conocido
por muchos.
«De
acuerdo con las instrucciones que recibí—cuenta
Alicinio Peña Rivera—el Gobernador de la Provincia debía ser la persona que
cumpliera la encomienda, pero yo debía acompañarle [...]. Ya estaba entrando en
años, y me recibió con mal disimulada sorpresa. Le comuniqué el motivo de mi
visita y comprendí que aquel sería un trago amargo para él, como lo era para
mí. Pero ambos estábamos obligados a cumplir la encomienda [...]. Entramos por
un gran portón a unos terrenos cubiertos por un bien cuidado jardín (...). Muy
pocas personas se encontraban en la casa [...] El gobernador entró y yo seguí
sus pasos. Fuimos recibidos por un tío de las hermanas asesinadas, que vivía en
un lugar lejano, pero que había llegado a ayudar a sus hermanos. La madre
estaba en un aposento y hasta nosotros llegaban sus roncos gritos de angustia.
Era una continuada expresión de dolor y desesperación [...]. Luego salió el
Gobernador, en cuyas manos temblorosas traía aquel papel firmando con trazos
inciertos [...]. Al día siguiente «El Caribe», el periódico de mayor
circulación en el país, publicaba en la primera página «aquel desmentido, que era una mentira».
Trujillo también
celebró con música y un almuerzo
Pero
todavía aquello no había terminado, Trujillo estaba eufórico pues había hecho
cumplir su cometido, y pensaba que con las muertes de las hermanas Mirabal sus
complicaciones políticas habían llegado a su fin. Tal vez por esa razón que
delataba su perversa mentalidad, decidió realizar una fiesta en la localidad de
Villa Tenares, muy próximo al lugar de residencia de las hermanas Mirabal.
Cuenta
Víctor A. Peña Rivera, responsable de la vigilancia y seguridad que para esa
ocasión protegió al mandatario, que este utilizó como excusa que los
«residentes del lugar les harían un homenaje en el que participaría la mayor
parte de los residentes de los campos y pueblos cercanos», incluyendo a los
residentes en Salcedo; pero que reamente el evento festivo se realizó con el
fin de celebrar las muertes de las tres hermanas y para tal fin se hizo una
fiesta en casa de un pariente de las mujeres asesinadas: «El banquete —relata
Peña Rivera— sería servido en la residencia del cuñado de Patria Mirabal, una
de las hermanas asesinadas, y aquel ambiente de luto y tristeza fue
transformado en un ambiente de alegría y diversión. Una orquesta atronaba los
aires con sus cadenciosas notas de ritmos antillanos. El Jefe llegó allí poco
después del mediodía, acompañado por Cucho Álvarez. Yo había tenido a mi cargo
las precauciones de protección y seguridad. Después de saludar a los presentes,
los invitados pasaron a servirse a una mesa en que se exhibía un derroche y
abundancia de ricos manjares».
Pero
como dice el dicho popular, “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo
resista”. La noche del 30 de mayo de 1961, cuando todavía no se habían cumplido
los seis meses del horrendo crimen, el sátrapa que se robó la vida de las
Mirabal y de Rufino de la Cruz, terminó ajusticiado en la carretera que llevaba
a su ciudad natal de San Cristóbal, y siete meses después de la muerte del
sanguinario gobernante, la dictadura se derrumbó, dando paso a la persecución,
apresamiento y al proceso judicial de muchos de los que estuvieron implicados
en el asesinato.
Conclusiones del Tribunal que juzgó a los asesinos
Las conclusiones
a las que llegó la Cámara Penal con Jurisdicción Especial fueron suficientes
para condenar a los implicados a penas que iban desde los veinte hasta los dos
años de encarcelamiento y trabajo público. Entre los considerandos a los que
llegó el tribunal se encuentran varios que pueden ayudarnos a comprender la
responsabilidad de cada uno de los implicados en el hecho, que citamos a
continuación:
“Resulta:
Que son hechos constantes en el proceso que se ventila por ante este Tribunal,
los que a continuación se expresan:
«Que
las hermanas Minerva Mirabal, Patria Mirabal y María Teresa Mirabal desde su
mocedad mostraron repudio a la persona y al régimen dictatorial que mantenía en
nuestro país Rafael L. Trujillo; que, bien fuera para sonrojar la familia ya
para satisfacer reclamos libidinosos, el Dictador hizo celebrar una fiesta en
la ciudad de San Cristóbal, a la que fue invitada la familia Mirabal, y la que
ese vio obligada a asistir a ella; que en la fiesta antes dicha el Tirano se
acercó a Minerva Mirabal y la requirió de amores haciéndole proposiciones
deshonestas e inmorales, las que, con gran sorpresa ella rechazó gallarda y
valientemente; que tal suceso exasperó más aun al tirano contra esta virtuosa
familia, al extremo de que poco tiempo después fue encarcelado por orden
directa del Tirano el señor don Enrique Mirabal Fernández, padre de las hermanas
Mirabal y su esposa Mercedes Reyes de Mirabal, así como la propia Minerva
Mirabal.
«Que
habiendo contraído esta matrimonio con el Dr. Manuel A. Tavárez Justo, y
habiendo este dirigido un movimiento político clandestino que se llamó 14 de
Junio, al ser descubierto, fueron encarceladas Minerva y su hermana María
Teresa, así como los esposos de ellas, Tavárez Justo, el ingeniero Leandro
Guzmán y Pedro Antonio González Cruz, lo mismo que alrededor de 400 miembros
del susodicho movimiento, hechos ocurridos el 22 de enero de 1960; que a partir
de ese momento se sucedieron las prisiones de los miembros de esta perseguida
familia, objeto de un odio que anidaba en un pecho que parecía no saciarse en
la venganza con el cúmulo de torturas que le había aplicado a esta familia,
llegando la obsesión del dictador a tal culminación la animadversión hacia esta
familia.
«Que en
una ocasión se puso de manifiesto cuando al visitar a su amigo José Quezada en
Villa Tapia, rugió iracundo la siguiente expresión: «solo tengo dos problemas
políticos que resolver: la Iglesia católica y la familia Mirabal»; esta
tormenta se desencadenaba en el tirano 23 días antes de la tragedia; que para
dar ejecución a sus horrorosos propósitos impartió órdenes al jefe del Servicio
de Inteligencia Militar teniente coronel Cándido Torres Tejada (a) Candito,
para que, por medio de su institución, dieran muerte a esas hermanas Mirabal
bajo la apariencia de que había ocurrido un accidente automovilístico; que para
ejecutar estas instrucciones Candito Torres se trasladó a la ciudad de Santiago
y se puso en contacto con el teniente Víctor Alicinio Peña Rivera, Jefe del
Servicio de Inteligencia Militar del Departamento Norte y le dijo que se
trataba de «prepararle un accidente» a las hermanas Mirabal en el camino de La
Cumbre a Tamboril (Peña).
«Que
inmediatamente después fue despachado de la capital el sargento Ciriaco de la
Rosa Luciano, a quien se le dijo: «Ya Peña Rivera tiene sus órdenes»; que
después de entrevistarse en el Hotel Antillas de Santiago, De la Rosa y Peña
Rivera, y discutir y planear los detalles de ejecución del crimen, este puso a
disposición de aquel a los acusados Manuel Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada
Malleta, Ramón Emilio Rojas Lora y Néstor Antonio Pérez Terrero, indicándoles
que el supuesto accidente debiera hacerse en el camino de Tamboril, dándole
dinero para gastos y vehículos para lo que fuera necesario; que este grupo,
después de la discusión de los planes necesarios a la ejecución del crimen,
cortaron cuatro palos, los pusieron en el baúl del carro y salieron al
encuentro de sus indefensas víctimas las que sabían se encontraban visitando a
sus esposos, que se hallaban presos en la cárcel pública de Puerto Plata;
porque para asegurar el buen éxito de la empresa criminal, ya se había ordenado
que los esposos Tavárez Justo y Guzmán fueran trasladados a esa cárcel y se
aumentara el número de visitas a los familiares de ellos.
«Que en
dos ocasiones no fue posible cometer el horrendo crimen porque además de las
hermanas Mirabal, venía acampándolas niños y ancianos; que el día 25 de
noviembre de 1960 los acusados fueron a Puerto Plata, pasaron por La Fortaleza,
vieron el jeep de las hermanas Mirabal, anotaron el número de la placa y fueron
al puente de Mara-Picá que se halla a tres y medio kilómetros del pueblo,
esperaron allí la llegada de sus víctimas; que al llegar al sitio indicado, el
jeep que conducía a las víctimas manejado por Rufino de la Cruz fue detenido
por los acusados y obligado a sus ocupantes a montar en el carro de los acusados
quienes las custodiaron completamente armados.
«Que
este acto fue accidentalmente presenciado por los testigos José G. Pérez
Hernández, Silvio Bienvenido Núñez Soto, Tomás Ortega y Romeo A. Molina, que
ocupaban el camión de la Caja de Seguros Sociales y se hallaba detenido en ese
sitio, habiendo sido estos involuntarios testigos presenciales del apresamiento
de las víctimas, amenazados enérgicamente, con amenazas capitales por los
captores de las víctimas si osaban decir una palabra de los hechos que habían
presenciado; que las víctimas después de apresadas, fueron conducidas, según
dicen los acusados, a un lugar en la entrada de un camino a unos 10 kilómetros
de Puerto Plata.Puente Mara-Picá donde fueron apresadas las Mirabal
«Según
su propia confesión, les dieron muerte a las tres hermanas Mirabal y al chofer
Rufino de la Cruz; que después de esperar un largo rato, condujeron los
cadáveres a un lugar situado a 3 km de La Cumbre en el camino de Tamboril y
arrojadas a una pendiente abismal, que había sido escogido en el viaje de ida a
Puerto Plata; que al estruendo producido por la caída del jeep y los cadáveres
a la hondonada acudieron vecinos del lugar e informaron a las autoridades, las
que se trasladaron al lugar del hecho y rescataron los cadáveres, los que
examinados por el médico legista requerido al efecto, presentaban signos de
estrangulación, fracturas, golpes y heridas, como constan en los certificados
médicos y en la declaración del legista que obran en el expediente (...)”.
Como ha
quedado puntualmente evidenciado y comprobado, partiendo de las mismas
confesiones de los que tuvieron mayor responsabilidad en el hecho, que los
fueron Johnny Abbes García y Víctor Alicinio Peña Rivera, así como las propias
confesiones de los miembros del SIM que participaron de manera directa en el
hecho de sangre, el asesinato de las hermanas Mirabal y de su acompañante
Rufino de la Cruz fue de la absoluta responsabilidad de Rafael L. Trujillo que
ordenó el crimen y de los referidos oficiales del SIM, que recibieron la orden y
ejecutaron el plan para asesinarlas.