EL TRATADO DE BASILEA, 1795
IMPACTO DEMOGRÁFICO DEL TRATADO DE BASILEA DE 1795 EN LA PARTE ESPAÑOLA DE LA ISLA DE SANTO DOMINGO
Por: Alejandro Paulino Ramos
(En la foto: la ciudad de Santo Domingo amurallada y zonas agricolas cercanas, durante el siglo xix. En : Samuel Hazard, Santo Domingo pasado y presente, 1876)
El Tratado de Basilea de 1795, firmado entre España y Francia puso, definitivamente, fin al dominio de la primera sobre el territorio de la isla de Santo Domingo. Ese dominio se había comenzado a perder desde mediado del siglo XVII, con la presencia de nacionales franceses, ingleses, holandeses y de otras potencias enemigas de España.
Ese proceso, en el que fue constituyéndose el Santo Domingo Francés, dividió la Isla en dos colonias con sociedades y economías disímiles, pero poblacionalmente la parte bajo el control de España no se afectó por esta causa, al contrario, durante los siglos XVII y XVIII se efectuó una inmigración clandestina de esclavos fugitivos, que ingresaban al territorio español y permanecían viviendo en él.
Producto de ese movimiento poblacional, aparecieron en la cercanía de la antigua ciudad de Santo Domingo poblaciones constituidas por esos esclavos, como son los casos de pequeños caceríos en la zona de Villa Mella, y el famoso San Lorenzo de los Negros Mina, que hoy conocemos como Los Mina.
Ahora bien, al efectuarse el Tratado de Basilea y la Isla de Santo Domingo pasar totalmente bajo el control de Francia, el impacto demográfico va a ser negativo para el Santo Domingo Español, como quedará demostrado a continuación.
El Tratado de Basilea
La Existencia de una colonia francesa en la isla de Santo desde el sigo XVII, fue un factor demográfico importante, ya que a esa colonia ingresaron en espacio de dos siglos, cientos de miles de esclavos africanos, así como decenas de miles de ciudadanos franceses.
La razón del poblamiento estaba vinculada a la economía de plantación esclavista, implementada por Francia en ese territorio. Esa colonia suplía el 80% de la materia prima exportada desde América hacia Francia, por lo que el territorio de la Isla era de gran importancia para esa potencia.
Mientras esa era la situación demográfica en la parte francesa, en la parte española qué era colonia de España, la población se había reducido y fue necesario el incentivo de la inmigración de población canaria para repoblar muchas de las villas, que durante el siglo XVI fueron de importancia. Esa repoblación con canarios buscaba además detener la expansión de la colonia francesa hacia el territorio español.
Para Francia era importante el territorio español de la isla de Santo Domingo, ya que su interés descansaba en la posesión del territorio dominicano para expandir su producción de materia prima. Moreau de Saint-Mery, un ciudadano francés de Martinica, y que había visitado la parte francesa de Santo Domingo, realizó un estudio de los beneficios económicos, culturales y sociales que obtendría Francia si poseía todo el territorio, y planteaba las razones:
“Ninguna colonia puede tener un verdadero destino sino el de procurar a su metrópoli, en cambio de sus productos naturales o manufacturados, otros productos que esa metrópoli puede utilizar a su vez para cambiar con las otras naciones, es muy cierto que las colonias francesas de las Antillas, que ofrecen artículos absolutamente diferentes de los que Francia produce, deben ser tanto más útiles cuanto su cultivo es más extenso”. (Moreau de Saint Mary, Descripción de la parte española de la Isla de Santo Domingo: Montalvo, 1944. pág.450).
Esa fue la razón de que, al momento de que Francia y España llegaran a un acuerdo de paz para detener una guerra que se había iniciado en el viejo continente en 1793, entre esas dos potencias, los franceses pusieron sus ojos en el territorio dominicano que era propiedad de España. El Tratado de Basilea incluía el retiro de las tropas de Francia del territorio de España, a cambio de que España entregará a Francia el territorio español de la Isla de Santo Domingo.
El 22 de Julio de 1795 fue firmado el referido Tratado provocando una situación de caos en los pobladores del territorio cedido, los que habían luchado por siglos para evitar por las armas que los franceses se apoderaran de Santo Domingo; pero con el Tratado de Basilea esa población dominicana-española sintió temor y recelo de la presencia de los ciudadanos franceses que se esperaba que pronto tomarían el control de su territorio. Muchos fueron los que plantearon su interés de emigrar a otros territorios españoles de América.
El Tratado de Basilea comenzó a ejecutarse parcialmente, pues los franceses se encontraban en guerra contra los antiguos esclavos que habían iniciado en 1791 una revuelta en la parte francesa de la isla. En medio de esos conflictos, Toussaint Louverture invadió a la parte española en 1801 y ejecutó la unidad territorial contenida en el Tratado de Basilea, bajo Francia, lo que acrecentó el deseo de emigrar de los habitantes pudientes de la parte dominicana.
Población de la parte Española, 1795
En el Santo Domingo español existía una población de 152,460 personas en 1785, diez años antes del Tratado de Basilea, por lo que se entiende que en 1795 la población podía ser más o menos la misma cantidad. Además existía una población de unos 30,000 esclavos africanos. (Véase: Jaime de Jesús Domínguez, Historia de Santo Domingo: ABC, 2001, pág.89).
Moreau de Saint-Mery calcula la población de Santo Domingo, para 1785, en unos 125,000 habitantes, aunque el aclara que el número podía ser superior, por las siguientes razones:
“Los Censos se levantan, (... ), por personas a quienes los curas o vicarios confían ese cuidado, quienes van de casa en casa, a verificar quienes son las personas que no cumplen con el deber pascual. Este sistema tiene el primer inconveniente de no comprender los niños menores de siete años o de no señalar los jefes de familia ausentes de sus casas o de la ciudad. Pero la causa principal de las inexactitudes es que la mitad del territorio parroquial de la ciudad está fuera de las murallas” (Moreau de Saint-Mery, op. cit., pág. 154).
La misma suma de 125 mil personas es tomada por José Ramón Abad para el año de 1789 y coincide con el primero, pues según él “No parece que en esa modestísima cifra haya exageración alguna”.
Gustavo Adolfo Mejía Ricart, en su libro Historia de Santo Domingo, da un número menor a la población dominicana que habitaba el Santo Domingo español a finales del siglo XVIII. Para él la población era un poco menos de 117,000 personas, y aclara que tomó en cuenta para llegar a ese número, los patrones parroquiales. También aclara, que de 1775 a 1795 la población aumentó como producto del relativo bienestar que se sintió en esos años, lo que atraía la inmigración de nuevos habitantes:
“La población que tenía entonces la Parte Española de la Isla según patrones parroquiales de aquella época, no sobrepasaba de la cifra de 117,300 almas, incluyendo 14,000 esclavos, repartido sen 18 jurisdicciones”. (Gustavo Adolfo Mejía Ricart, Historia de Santo Domingo. Vol. 6. C.T: Pool Hermanos, 1953, pág. 440).
A partir de estas informaciones demográficas, ya que Moreau de Saint-Mery no tomó en cuenta la población esclava africana, se puede hacer una media de 150,000 personas, incluyendo a todos los habitantes, españoles, libres y esclavos.
El Tratado de Basilea y la perspectiva inmediata de la ocupación francesa del territorio dominicano, provocó un impacto psicológico en la población que se consideraba española, no así necesariamente en los esclavos o en los mulatos. Los españoles-dominicanos rechazaron el acuerdo, se sintieron engañados y se mostraron impotentes, e inclusive llegaron a provocar algunos incidentes callejeros en protesta por lo que ellos entendían era una medida abusiva de los reyes de España que los había “abandonados” a su suerte.
Cómo se sentían estos pobladores antes la firma del Tratado y su vinculación ahora con la colonia francesa y las expectativas que tenían sobre su nueva situación, aparece en una carta que envía el Arzobispado de Santo Domingo Fray Fernando Portillo y Torres a Don Eugenio Llaguno:
“La noticia y publicación de la muy acertada cesión de esta Isla que se publicó (...), se consternó este Pueblo y si el Común de estas gentes fuera de un animo tan vigoroso y resuelto como los de España, me habrían hecho temer una sedición; pero pareciome conveniente para contenerlo permitirle algunas horas de desahogo a su pasión patriótica que por ciega y entusiasmada podría arrolar con exorvitancias los medios que opusiera la más exquisita política, (...), cayó muerta en medio de la calle una Muger exclamando, Isla mía, Patria mía. Tanto más huve de conformarme con tan preciso disimulo, quanto no he notorio el engreimiento que podría temerse en parte de los franceses avecindados...” (Carta del Azbispo Fray Fernando Portillo a Eugenio Llaguno, del 24 de Octubre de 1795. En J. Marino Inchaustegui. Documento para estudio, pág.53 y ss.).
En la misma carta a que me estoy refiriendo aparece la actitud de la población rebelada contra la iglesia por entenderla cómplice del Tratado:
“El Arzobispado también es pellizcado por esto, porque dice, debía haber desde principio instruido a S.M. de la inutilidad de estos hombres para el mando de las armas. (... ). Yo no podiendo discuparme en este sentido, (...), huve de contentarme con lograrlo con suficiente de gente popular, justificando el amor, y zelo con que los había servido, (... ), y (creo) que dentro de pocos días se pondran esta gente en estado de que yo lo predique...” (Op. cit.).
Los españoles-dominicanos, sumidos en la incertidumbre ante la presencia francesa que se avecinaba, teniendo como única salida emigrar fuera del territorio de Santo Domingo, en la que, dice una comunicación del Ayuntamiento, esperaban calamidades de todo tipo:
“pero no pueden acallar los clamores de la naturaleza y de la sangre. Los indisolubles vinculos (...), sumergen presentándoles a su pertubada imaginación ya la pena de una cruel separación o ya los peligros, los trabajos, las necesidades, las mendiguez, las enfermedades y la infinita mortandad que han de padecer sus Padres, sus hijos y Esposas en la navegación y largas peregrinaciones, mutación de clima, perdida de bienes y abandono de los nativos y propios hogares...”
El Ayuntamiento pedía que se les permitiera a todo el que quisiera emigrar a Cuba u otro territorio español y se les ayudara con los gastos: “para aligerar el peso de tantos males les ofrece transporte a costa de erario la isla de Cuba y recompensales en ella los bienes que abandonen en esta para seguir su apetecible dominación” (op. cit.)
Y de inmediato recuerda lo que pasó a los que emigraron de la Florida a Cuba: “la desgraciada suerte que experimentaron allí los emigrados de la Florida, amaneciendo por las calles de la Havana familias enteras muertas de la necesidad, sin hallare en todo aquel inmenso Pueblo, abrigo..” (op. cit.).
La Emigración de los dominicanos-españoles
Los pedidos y la presión a las autoridades españoles, para que se permitiera emigrar a otros territorios, provocó que el regente de la Real Audiencia tomara medida en ese sentido; pero los dominicanos no querían ir a la Isla de Cuba y preferían a Caracas y Puerto Rico:
La “Real Audiencia (...), ha determinado que en la Isla de Cuba se les de un equivalente a las Posesiones de que eran dueños para que se retiren con sus efectos y familias.(...). Estas gentes que en lo general tienen muy poco inclinación a la Isla de Cuba (...) y siempre han sido y son apasionados de la Provincia de Caracas y Puerto Rico..” (Comisionado de Regente de la Real Audiencia al Ayuntamiento de Santo Domingo. J. Marino Inchaustegui, op. cit, pág.60 y ss.).
En comunicación de Fernando Portillo, Arzobispo de la Sede Apostólica, queda claro el plazo concedido para la salida de los “vasallos” españoles:
“Y en cuanto a la translación de los vasallos para la cual se dexa libertad en el citado tratado, (... ). Parte que posee en esa dexando libertad y el espacio de un año para que se retiren de ella las familias Españolas con sus efectos y pertenencias (...) en la Isla de Cuba se les de un equivalente a las posesiones de que eran dueños en Santo Domingo (..). Para este efecto ha destinado los Buques de que se compone la Esquadra mandada por el General Sr. Aristizabal. (J.M. Inchaustegui, op. cit., pág.66 y ss.)
En 1796 ya se había permitido que la salida de los que se consideraban españoles se hiciera hacia Cuba, Puerto Rico y Trinidad.
Existía la queja de los que ya en abril de 1796 habían salido de Santo Domingo, de que los precios de los alimentos en Cuba eran muy altos, y recomendaban que solo fueran los que eran muy ricos, mientras que sugerían se fueran a Puerto Rico, por ser la tierra mejor para ser cultivada. En documento se informa del interés de España de “formar una población en el Puerto de Guantabano” con parte de los emigrados de Santo Domingo. (Carta del Arzobispo de Santo Domingo al Príncipe de la Paz. J.M. Inchaustegui, op. cit, pág.125 y ss.).
Los primeros que emigraron de Santo Domingo fueron los curas y las monjas, los que llevaron a la Habana los archivos y recursos económicos de la Iglesia. De los pobladores que querían emigrar, no todos podían hacerlo por un problema de recursos y los barcos que debían de transportarlos casi no llegaban al puerto de Santo Domingo. De todo modo, aunque lento, el proceso migratorio se iba cumpliendo:
“Se trata de un abandono. El vecino acomodado (y en esta clase se miran todos los que de cualquier modo tienen de que subsistir) ignora los auxilios con que pueda contar con otro Pays; el que tiene larga familia se ve con ella encima, la quietud todavía de la guarnición, (...) fomenta la natural Inacción por falta de una causa inmediata...” (Comunicación del Gobernador García al Príncipe de la Paz, del 19 de Noviembre 1795. En: Emilio Rodríguez Demorizi. Cesión de Santo Domingo a Francia. C.T: Impresora Dominicana, 1958. pág.14 y ss.).
El proceso migratorio era muy penoso, a contar por las continuas informaciones que aparecen en los documentos del período, como es la Comunicación que el Gobernador de Santo Domingo envía conteniendo un memorial hecho por una persona en relación a la emigración:
“Estas son las contingencias por estas partes. La traslación de las familias, no ha podido hacerse sin quebranto y pena de espíritu en una persona de edad, estado, y salud digna de consideración, (...), bastando decirse: ha emigrado: ha dexado su Patria: se ha reducido a la clase de forastero en otro pays,...” (En E. Rodríguez Demorizi, op. cit., p. 204 y ss.).
Un documento importante, por contener cifras sobre el proceso migratorio, es la comunicación del Gobernador García al Príncipe de la Paz de España, del 14 de Julio de 1797. En este documento aparece el dato que las autoridades dieron un nuevo año de plazo para abandonar la Isla, es decir, hasta 1797 y aclara que en principio la emigración fue reducida, además de las causas de esa disminución:
“Una isla de más de cien mil almas, aunque de ellas no salgan más que el tercio, no puede evaquarse en las pocas ocasiones primeras que hubo para la Havana. (...). Pero deben distinguir los transportes de individuos que pasan de unos puertos a otros con solas las arcas de su ropa y alhajas de uso, de los de familias enteras que se mudan con los mobiliarios, numeran las personas, pero no se encargan de que los buques se despacharon con los equipages (...). Demás de esto, aunque a los principios hubiesen sido escasas las emigraciones, es necesario considerar que ningún vecino establecido con comodidad, por desnudo y desprendido de raíces que fuera, en un suceso tan imprevisto como la entrega de la isla, y estar habilitado para marchar con su equipaje a la hora de la vela; (...), y lo que hay que elogiar es que muchísimos vendieron sus casas, raíces y animales de imposible transporte, por menos de la mitad de su valor, por seguir la dominación de España, (...), (pero) después la misma guerra ha puesto un obstáculo invencible a la emigración, (...), pues mientras hubo pace, emigraban las familias a su propia cuenta, para distintos parages del Continente y de la Isla de Puerto Rico, de suerte que raro es el puerto en que no hay familias dominicanas, haviendose extendido hasta el Río de el hacha y Cartagena..” (En Rodríguez Demorizi, Op. cit., pág.217 y ss.).
Sobre la emigración de los esclavos, pues las familias que se iban llevaban ese bien económico sin el cual no podían vivir en ningún lugar y más si iban a recibir propiedades para cultivarlas y vivir de ellas, el documento enviado por el Gobernador García a Mariano Luis de Urquijo, contiene un documento anexo de Toussaint Louverture, donde se dice, sobre ese particular, lo siguiente:
“Pero no habrían podido, sin querer la aniquilación de este País, permitir la saca de los hombres consagrados a los trabajos de la cultura, con todo desde la época en que esta cesión fue decretada entre las dos Potencias no solamente ha salido de este País una infinidad de las familias españolas, sino que lo que es contrario al verdadero espíritu del tratado, ellas han llevado consigo sus esclavos que por la mayor parte eran negros robados en la parte francesa y vendidos en esta o que se han hallado trasplantados por los efectos de la Guerra. (...). La República Francesa no verá sin pena que se le haya quitado bajo vuestra autoridad más de tres mil cultivadores que soy instruido que se han hecho pasar ya a otros países españoles..” (En: Rodríguez Demorizi, op. cit., pág. 624).
Acerca de la emigración de esclavos, como efecto del tratado de Basilea, Fray Cipriano de Utrera, en Noticias Históricas de Santo Domingo, trae informaciones de los lugares a donde iban a parar, luego de sacados del país:
“Los negros auxiliares que evacuaron en 17...con los españoles, de ellos después de recalar en la Habana, unos a Cádiz, (... ), y otros a Guatemala, donde se les dieron tierras de labor. Los enviados a Guatemala fueron 310.” (Fray Cipriano de Utrera, Históricas de Santo Domingo: Editora Taller, 1982, pág.201).
En la misma obra citada existe una relación de los españoles dominicanos emigrados que habían ingresados a Maracaibo eran en 1803:
Cuerpo político y militar 10
Personas particulares 1247
Regimiento de Cantabria 178
Hacienda y Resguardo 118
Sin pasaportes 250
(Fray Cipriano de Utrera, op. cit., p.302)
Impacto Estadístico de la Emigración
Gustavo Adolfo Mejía Ricart, en su libro Historia de Santo Domingo, dice que hubo un gran éxodo de “familias españolas residentes en la colonia de Santo Domingo, principalmente con destino a las islas de Cuba y Puerto Rico, y en el mismo continente a Caracas, Venezuela”. (Gustavo A. Mejía Ricart, op. cit, pág. 543-544).
En carta de Antonio de Vrizar, Regente de la Real Audiencia del El 8 de enero de 1796, se informa que l cantidad de emigrados llegaba en esa fecha a unos 4,000 personas. (En: Gustavo A. Mejía Ricart, op. cit.), por su parte José Ramón Abad, en su obra La Republica Dominicana: reseña general geográfico estadísticas, (1888), enfoca el éxodo provocado por el Tratado de Basilea y los acontecimientos provocados por su firma:
“Las sangrientas revoluciones de la vecina colonia francesa de Haití, la cesión que España hizo a Francia (... ), dieron por resultado la emigración más considerable que registran los anales del país. Fue el abandono del hogar, sin reservas ni previsiones de ninguna especie, lo que por gran número se hizo, en términos que cuando en 1819 se formó un censo de habitantes, estos sólo llegó a sumar 63,000 de todos sexos y edades mientras que por el orden regular de su desarrollo, a partir de 1789, (...), la población habría llegado a ser 300,000”. (José Ramón Abad, op. cit., pág.86).
Si calculamos que en 1795 había unos 150,000 habitantes, y en 1819 unos 63,000 se podría calcular, aunque no existen fuentes fidedignas que permitan este cálculo, que la emigración superó el 35 % que tiene que ver directamente con el Tratado de Basilea, la ocupación de Toussaint, y la ocupación francesa. También en el período se dio una disminución de la población por los muertos provocados por las invasiones haitianas de 1804 y 1805, así como por las luchas contra los franceses a partir de 1808, con la que sep uso fin al Tratado de Basilea y el territorio dominicano se reincorporó nueva vez a España.
BIBLIOGRAFÍA
1. Abad, José Ramón. La República Dominicana: reseña general geográfico-estadística. Santo Domingo: Imprenta García Hermanos, 1888.
2. Cassá, Roberto. Historia social y económica de la República Dominicana. Santo Domingo: Alfa y Omega, 1977. Vol. I.
3. Domínguez, Jaime de Jesús. Historia Dominicana. Santo Domingo: ABC, 2001.
4. Inchaustegui, J. M. Documentos para estudio marco de la época y problemas del Tratado de Basilea. Buenos Aires: Academia Dominicana de la Historia, 1957.
5. Mejía Ricart, Gustavo Adolfo. Historia de Santo Domingo. Santo Domingo: Pol Hermanos, 1953.
6. Rodríguez Demorizi, Emilio. Cesión de Santo Domingo a Francia. C.T: Impresora Dominicana, 1958.
7. Saint-Mery, Moreau de. Descripción de la parte española de la isla de Santo Domingo. C.T: Montalvo, 1944.
8. Utrera, Fray Cipriano de. Noticias históricas de Santo Domingo. Santo Domingo: Taller, 1982.