APUNTES PARA LA HISTORIA DE LA RELIGIÓN PROTESTANTE EN SANTO DOMINGO
EL SURGIMIENTO DEL PROTESTANTISMO EN SANTO DOMINGO
Alejandro Paulino Ramos
(Originalmente este escrito fue publicado por la revista Vetas, en la columna "Pasado por Agua", 1999).
Recién iniciado el siglo XX, Alejandro Adolfo Nouel (El Padre Nouel), escribió un artículo que tituló “El Movimiento Religioso en la República Dominicana: refutación al periódico “Oiga!”, en el que rechazaba el auge, que decía el editorialista del referido periódico, había alcanzado el movimiento protestante en aquellos años. Aunque en la polémica sólo se tocaron informaciones del siglo XIX, es del conocimiento de historiadores y especialistas en esta materia, que el protestantismo comenzó a enraizarse en Santo Domingo desde el siglo XVI.
El editorialista de “Oiga!”, periódico que apareció el 7 de diciembre de 1903 y circuló hasta 1910, fue Enrique Deschamps, su primer director, mientras que el Padre Nouel se destacó como Arzobispo de Santo Domingo despues de la muerte del Padre Meriño, ocurrida en 1906. El editorial y la respuesta a este aparecieron en el mes de diciembre de 1903.
La Iglesia Católica llegó a Santo Domingo con el descubrimiento en 1492 y desde entonces se extendió en el tiempo orientada por los Franciscanos, Dominicos, Jesuitas y Mercedarios. Fue en el segundo viaje del Cristóbal Colón cuando llegaron a Santo Domingo la primera docena de franciscanos.
Muy pronto, en el primer cuarto del siglo XVI, las actividades públicas anticatólicas de Martín Lutero, iniciadas desde 1517, dieron impulso a un intenso movimiento de crítica contra los abusos y corrupción de la Iglesia Católica de entonces. Una parte importante de la cristiandad occidental se alejó de la misma y se apegó al movimiento anticatólico de La Reforma, encabezada primero por Lutero y más tarde por Juan Calvino. Europa fue estremecida por las luchas entre una España católica tradicional y las potencias mercantilistas que le eran adversas, cuya feligresía comenzó a convertirse al protestantismo.
La respuesta institucional de la Iglesia tradicional fue la Contrarreforma Católica, para oponerse al protestantismo en los años treinta y cuarenta del mismo siglo. El objetivo principal de la contrarreforma fue el enfrentamiento de la herejía de los protestantes, y la exigencia para que estos juraran sumisión al poder papal.
En Santo Domingo la división acontecida en la iglesia se sintió con insistencia a partir del surgimiento y propagación del contrabando de los pobladores de la isla de Santo Domingo con los corsarios y comerciantes de los países enemigos de España, en los que se había fortalecido la disidencia católica; en especial en Inglaterra, Francia y Holanda.
La presencia de las ideas religiosas luteranas en Santo Domingo, aparecen en documentos de la época. Por ejemplo, Joan Malgarejo en carta al Rey, del 6 de febrero de 1587, se refiere a las intenciones del monarca de enviar Audiencia de la Inquisición a Santo Domingo, para poner fin al contrabando con corsarios y comerciantes herejes. Malgarejo consideraba el contrabando como un “negocio diabólico”. El licenciado Acedo, otro que se refirió preocupado sobre las actividades anticatólicas en la isla, llegó a decir que los españoles de Santo domingo parecen que han “perdido el temor a Dios y al Rey”, creyendo que con su practica ganan el cielo al tratar con los luteranos, y recomendó que si los contrabandistas son herejes, el único remedio era castigarlos.
La Biblia y las ideas luteranas germinaban en medio del comercio ilegal en la Isla de Santo Domingo. El castigo ejecutado y recomendado por algunas autoridades, desató el despoblamiento y devastación de una parte importante de la Isla, entre 1605-1606; todos los territorios sospechosos de estar implicados en el referido rescate fueron incendiados y los pobladores llevados contra su voluntad a las proximidades de la ciudad de Santo Domingo, rompiendo así los vínculos entre esos habitantes de la “banda norte” con la fe y los negocios de los enemigos de España.
La Biblia y las ideas luteranas germinaban en medio del comercio ilegal en la Isla de Santo Domingo. El castigo ejecutado y recomendado por algunas autoridades, desató el despoblamiento y devastación de una parte importante de la Isla, entre 1605-1606; todos los territorios sospechosos de estar implicados en el referido rescate fueron incendiados y los pobladores llevados contra su voluntad a las proximidades de la ciudad de Santo Domingo, rompiendo así los vínculos entre esos habitantes de la “banda norte” con la fe y los negocios de los enemigos de España.
Aunque este hecho fortaleció el catolicismo tradicional, este volvió a erosionarse a partir del Tratado de Basilea, firmado entre Francia y España el 22 de julio de 1795. Con este acuerdo quedó completada la posesión total de la Isla en manos de Francia, por lo que en 1796, un año después del Tratado, informa el historiador Gustavo Adolfo Mejía Ricart, “todo el Clero regular había emigrado”. Las comunidades de Franciscanos, Dominicos, Mercedarios, las monjas Clarisas y Dominicas, en éxodo angustioso se fueron a La Habana”.
En el año de1800 ya no había, formalmente, Iglesia Católica en Santo Domingo, pero quedaban algunos sacerdotes católicos españoles y se mantenía la fe de los dominicanos en esta religión; pero una importante emigración de españoles de Santo Domingo había salido en aquellos años hacia Cuba, Puerto Rico y Venezuela. La invasión de Toussaint contra la parte española de la Isla y la guerra de emancipación de los haitianos, produjo la ocupación francesa de la parte española de la Isla. La constitución que Toussaint intentó establecer en Santo Domingo, recogía de Francia y consagraba como religión oficial la católica, apostólica y romana, pero establecía la tolerancia de cultos, y la libertad religiosa, espacio aprovechado por los disidentes de la religión católica. .
Ferrand, el católico gobernador francés de Santo Domingo, ayudo en parte a la protección de la fe católica de los dominicanos, aunque desde 1801 habían comenzado a llegar sacerdotes franceses. Están registrados en textos y documentos de la “Era de Francia” los conflictos religiosos entre franceses y dominicanos. La guerra de la “Reconquista” puso fin, con el triunfo de las tropas de Juan Sánchez Ramírez, el predominio español y católico.
En 1810 se restableció el Cabildo Eclesiástico y en 1811 Pedro Valera y Jiménez fue encargado de su gobierno. En 1812 se proclamó la Constitución de Cádiz la que perduró hasta 1814’ abolida fue nuevamente restablecida en 1820. En esta constitución quedó claro, en su articulo 12, que la religión de España y sus posesiones en ultramar, era la católica, apostólica y romana, única y verdadera, prohibiendo de paso el ejercicio de cualquiera otra. Aunque esta constitución abolió el Tribunal de la Inquisición, lo que daba un respiro a los que no profesaban la fe de Roma, determinó la persecución y censura del delito de imprenta contra los escritos anticatólicos. Al ser abolida esta constitución la horca y el azote volvieron a ser parte de los castigos contra los herejes. La Inquisición era un organismo oprobioso, que castigaba y perseguía con saña esos delitos.
En tiempos más cercanos Santo Domingo vivió “la España Boba” que se inició con el triunfo de la Reconquista y terminó con la Independencia Efímera de 1821, pero dos meses después, el 9 de febrero de 1822, fue ejecutada la ocupación haitiana del territorio dominicano provocando nuevas emigraciones de españoles dominicanos y una nueva crisis en la Iglesia Católica, la que fue perseguida y expropiada por su actitud contra la dominación extranjera. El gobierno haitiano mantuvo y promovió la libertad de culto, lo que era contrario al interés de la iglesia dominicana.
Un hecho vino a reforzar la presencia de sectores religiosos no católicos en Santo Domingo: en 1824 la política migratoria del entonces presidente Boyer obtuvo, de común acuerdo con sociedades filantrópicas de los Estados Unidos, la llegada de grupos de inmigrantes (libertos norteamericanos), de procedencia africana. El proyecto contemplaba (ver E. Rodríguez Demorizi, Samaná: pasado y porvenir, 1945), la inmigración de unas 6,000 personas, los que iban a ser repartido de la siguiente forma: tres cientos irían a poblar Las Caobas, Las Matas de Farfán e Hincha, mil serían repartidos entre Altamira y Santiago, Moca, San Francisco de Macorís y La Vega, y doscientos en Samaná. Mil doscientos entre la ciudad de Santo Domingo, El Seibo, Monte Plata, Boya, Bayaguana, San Cristóbal y Baní. No existen cifras claras de cuantos finalmente llegaron a la parte española de Santo Domingo, pero sí de que se destacaron por su honradez y laboriosidad, aunque se le acusaba de tener ideas “exclusivistas, mal avenidas con los intereses nacionales..” Los inmigrantes llegados eran considerados protestantes, fortaleciendo esa religión en las ciudades de Samaná y Puerto Plata.
Con la independencia de 1844 se profundizó nuevamente el catolicismo, quedando establecido desde entonces que este sería la religión del Estado y las sectas (dice Wenceslao Vega, en Historia del derecho dominicano), sólo podrían actuar con cierta libertad, si lo “hacían dentro de algún domicilio”. En aquellos tiempos y décadas después, se vinculaba la masonería con actividades protestantes. La libertad de culto reapareció en la liberal Constitución de Moca, de 1858.
La Anexión a España en 1861 impone y corrige a la fuerza la fe católica en Santo Domingo. La Iglesia Católica, con el apoyo del Papa Pío IX, se reorganizo bajo el mando de quien había sido Obispo de Toledo, Bienvenido Monzón, quien se destacó como príncipe dictatorial de la Iglesia Católica, apresando, persiguiendo y hasta expulsando del país a los violadores de los preceptos de su religión..
La represión de Monzón alcanzo a Fernando Arturo de Meriño, quien se desempeñó antes de su llegada como Arzobispo Provisional. Meriño fue acusado de no permitir que se rezase en la Santa Misa oraciones para implorar al Santísimo la conservación y vida de los Reyes Católicos de España. Fue expulsado del país el 14 de abril de 1862, Monzón prohibió las logias y presionó para que el Gran Consejo Masónico cerrara sus templos. Persiguió a los protestantes de Puerto Plata y Samaná porque, decía él, cuando ven entrar en sus capillas a algún católico le dan libros en idioma castellano para pervertirlos. Monzón insistía en denunciar que los protestantes de Samaná habían levantado capillas, “y lo que es más doloroso, una escuela publica para imbuir en las mentes de la herejía a los niños inocentes” y los acusaba de invitar a los católicos a sus ceremonias y a escuchar sus sermones y “repartirles por las casas discursos impresos, libros y folletos impregnados en el veneno del horror y de la herejía.”
El fin de la dominación colonial española dio paso nuevamente a la libertad de culto contemplada en la constitución de 1865 y al resurgir de las logias masónicas. Un nuevo hecho, esta vez económico, va a permitir la consolidación de la iglesia protestante en Santo Domingo: el comienzo de la industria azucarera en los años setenta del siglo XIX.
El inicio de la industria azucarera al comienzo de esos años se combinó con la llegada de los inmigrantes cocolos, trabajadores que procedían de las islas caribeñas inglesas, muchos de ellos de fe protestante, lo que va a provocar el fortalecimiento de esas iglesias en las zonas de los ingenios. La Iglesia Episcopal practicaba en 1898 algunas actividades religiosas de ese tipo, especialmente en los puntos de concentración de los braceros de las islas inglesas.
Por último, la presencia de los protestantes va a reforzarse con la llegada al gobierno del Partido de Gregorio Luperón en 1879, y la presencia de Eugenio María de Hostos en la educación dominicana. El primero promovía la libertad de culto, mientras que el segundo era acusado por la alta jerarquía católica de practicar una “educación sin Dios”. Su presencia desatará la polémica de los católicos contra los que entendían que era un derecho ciudadano profesar libremente la religión con la que más se sentían identificados.
El texto que a continuación presentamos a los lectores de Vetas, escrito por Alejandro Adolfo Nouel a finales de 1903, y aparecido en un libro mecanografiado* de principio de siglo XX, lo entendemos un aporte para el estudio de la historia de las religiones en República Dominicana.
EL MOVIMIENTO RELIGIOSO EN LA REPÚBLICA: REFUTACIÓN AL PERIÓDICO “OIGA!”.
Hace pocos días, publicó con este titulo nuestro estimado colega “Oiga!” dos artículos tendentes a hacer resaltar el progreso del protestantismo en nuestro país, y el deber que tenemos de poner atención a ese movimiento religioso.
No queremos establecer comparaciones entre nuestra santa religión católica y el protestantismo; nos proponemos simplemente hacer notar algunos errores, que podríamos llamar de estadística, y hacer algunas observaciones de otro orden, para que resplandezca la verdad y no sufran engaño los incautos.
“En Moca hay secciones, -dice el articulista- en las cuales más de un setenta y cinco por ciento de sus habitantes se ha convertido al protestantismo. ¿Quién conocía que en la laboriosa provincia de Espaillat una gran parte (sic) de sus habitantes profesaba la religión protestante?”.
No hay tal cosa, señor editorialista de “Oiga!”. Crea usted que lo que los informes que le han suministrado son falsos. Lea la estadística que anualmente publica el BOLETIN ESCLESIATICO de esta Arquidiócesis y compare desde el año 1885 hasta la fecha el movimiento religioso en el Cibao, y se convencerá de que el aumento de nuestra población corre parejas con el incremento religioso católico.
Hablen los números: en el año 1683 había en la Arquidiócesis 29 parroquias (no contamos las feligresías de Occidente que forman hoy la Republica de Haití). En el año 1851, vale decir, en ciento sesenta y ocho años, se aumentó en cuatro el número de las parroquias. Del año 1851 al 1877 (en veintiséis años) se aumentó en seis, y del 1877 a la fecha (esto es, en treinta y tres años) se crearon quince parroquias más. Hoy, pues, existen cincuenta y cuatro parroquias y más de doscientas ermitas o capillas en los campos, casi todas edificadas del año 1851 a esta fecha. Lo que prueba que con el aumento de población, se han multiplicado proporcionalmente los centros religiosos, y estos precisamente en el Cibao. Moca es una de las provincias en donde el sentimiento religioso católico más ha progresado, pus es en donde se ha erigido en estos últimos años mayor numero de parroquias y capillas.
Con el setenta y cinco por ciento de los habitantes convertidos al protestantismo en la provincia Espaillat ya no habría católicos ni para servir de sacristanes.
En la provincia Espaillat se crearon en los últimos años dos importantes parroquias: la del Sagrado Corazón de Jesús y la de Salcedo. Ambas iglesias parroquiales han sido construidas y embellecidas de un todo, gracias a las limosnas espontáneas de los fieles. Actualmente se construye una magnifica iglesia en la parroquia del Rosario, también en Moca. I todo eso, ¿Qué denota?
“El desarrollo comercial de nuestros principales núcleos de población ha sido la verdadera causa que ha traído la religión protestante a nuestro suelo. Como era natural, a medida que el país iba aumentando su fuerza productora y que las transacciones comerciales ensanchaban su esfera de acción, de los lugares más próximos, o sea, de las islas vecinas, inicióse cierta corriente de inmigración que bien pronto supo instalarse en nuestros puertos. Esta inmigración, compuesta en su mayor parte de raza negra, entregase inmediatamente a las labores marítimas y a los trabajos ordinarios. Súbditos ingleses, lo primero que hicieron estos inmigrantes, fue reunirse en sus templos provisionales, como medio para asociarse y hermanarse lo más posible. Así surgió el protestantismo en el país.
“Más tarde, nuestras relaciones comerciales con los Estados Unidos de América comenzaron a acentuarse, y de que de esa nación poderosa salieran algunos misioneros protestantes con el propósito de difundir sus creencias religiosas y a la vez contribuir al acercamiento de las corrientes económicas de ambos países. De este modo comenzó la influencia de la industria y del comercio americanos a expandir su fuerza en la República.” Estos párrafos son del articulista de “Oiga!”…Ahora bien, nada más falso, históricamente hablando.
No ha sido el desarrollo comercial de nuestros principales núcleos lo que ha traído al protestantismo.
La Historia dice que al principio del siglo XIX la raza negra en los Estados Unidos fue perseguida (como lo es todavía), y muchos individuos de esa raza tuvieron que emigrar, y vinieron a establecerse aquí, en la isla, toda entonces bajo la dominación haitiana. El Gobierno de Boyer acogió, como era natural, a sus perseguidos hermanos, y estos establecieron en Puerto Plata, en el norte de Samaná y aquí en la Capital sus centros de desenvolvimiento; en esta ultima ciudad la generosidad, o la mala fe, de aquel gobierno concedió el Convento e iglesia de San Francisco a unos centenares de protestantes. En aquellos claustros se alojaron muchas familias, convirtiendo la iglesia en templo de metodistas africanos. Una noche se hundieron las bóvedas de dicha iglesia, ya muy deterioradas por la artillería que sobre ellas se habían montado algunos años antes.
Atemorizados, no volvieron a aquel lugar, y casi todos se refugiaron en Santa Bárbara de Samaná, Hace, pues, casi un siglo de la aparición del protestantismo en la Isla, durante este tiempo no ha tenido expansión alguna: no fue, pues, el desarrollo comercial, como dice “Oiga!”, la causa de la implantación del protestantismo en la República, sino la favorable acogida que el gobierno haitiano dispensó a los pobres negros, perseguidos por sus conciudadanos los blancos protestantes norteamericanos.
En cuanto a las razones del movimiento religioso protestante en estos últimos años, puede ser que sean ciertas las indicadas por el vocero refutado: “Más tarde nuestras relaciones comerciales con los Estados Unidos comenzaron a acentuarse y de ahí quede esa nación poderosa salieran misioneros con el propósito de difundir sus creencias religiosas y a la vez contribuir al ACERCAMIENTO de las corrientes económicas de ambos países. De este modo comenzó la INFLUENCIA de la industria y del comercio americanos a expandir su fuerza en la República”.
Puede ser, decimos, que la causa apuntada en “Oiga!...” sea la verdadera. Y si es así, muy cierto es que “este movimiento religioso en la República es digno de atención”. Ya lo creo que sí! La historia es la gran maestra de la vida; pero, que poco se aprovechan los pueblos como el nuestro de sus enseñanzas!
La sabia Roma llevaba a los países conquistados, primero sus dioses y sus penates, para poder más fácilmente llevar después sus águilas y sus legiones! Ningún conquistador emprendió sus hazañas de sangre y fuerza, sin haber antes fatigado sus músculos y nervios faciales con la sonrisa hipócrita del que siempre engaña.
Hace pocos años, una gran nación se asociaba espontáneamente a nuestros regocijos nacionales cada vez que celebrábamos el aniversario de nuestra autonomía política; todavía repercute en nuestras playas el eco de sus cañones. Una vez obtenido el intento, sus manifestaciones se disiparon como el humo de su gruesa artillería. Y dice que a veces se oyen voces como las que decía el poeta en las desiertas calles de Itálica, y que en caracteres de color oscuro aparecieron escritas en el cielo de la Patria los tristes ayes del valiente Matatías: “Vae mihi, ut quid natus sum videre contritionem populi ei…? Omnis co, positio ejus ablata est: quae erat libera facta est ancilla!..."
Alejandro Adolfo Nouel