EUGENIO MARÍA DE HOSTOS





EUGENIO MARÍA DE HOSTOS ACUSADO DE IMPERIALISTA, DE PROMOVER EL SOCIALISMO Y SER PARTIDARIO DE UNA EDUCACIÓN SIN DIOS

Por : Alejandro Paulino Ramos

(Publicado en la revista VETAS, Columna "Pasado por Agua", Santo Domingo, Rep. Dominicana, Año 15, No. 84, abril 2008. En las fotos: Eugenio María de Hostos y Alejandro Paulino Ramos).

Eugenio María de Hostos (1839) fue, en el ambiente educativo dominicano de finales del siglo XIX y hasta su fallecimiento en 1903, incomprendido, perseguido, criticado y hasta rechazado por sectores y personalidades que intentaban, muchas veces motivados por celos irracionales, impedir la germinación de sus aportes a la educación y al bien social del país.

Innumerables documentos y escritos, muchos de ellos aparecidos en la prensa nacional así lo demuestran. Basta con leer las cartas pastorales de Monseñor Meriño, y los escritos del sacerdote Alejandro Adolfo Nouel rechazando las ideas educativas de Hostos y los artículos aparecidos en la prensa firmados por Pelegrín Castillos y Rafael Justino Castillo, en 1901, defendiendo los aportes de quien se consideraban discípulos, para entender lo desgarrante que fueron aquellos años para aquel que justicieramente los dominicanos consideramos como apóstol de la educación.

Vinculado a los propósitos independentistas de Puerto Rico y Cuba, visitó Santo Domingo en 1875 y desde entonces reclamó su condición de dominicano, como lo explicó en carta enviada al periódico La Paz, diciendo que él era dominicano de sentimiento, cubano por obligación, puertorriqueño de nacimiento y latinoamericano de origen, evolución y aspiración
[1]. Y aún así, ya en aquellos días hubo quienes lo señalaron como enemigo del país. A las calumnias, casi siempre motivadas por asuntos políticos, contestaba : “Si dicen que intenté crear animosidades internacionales, dígase que intenté defender la nacionalidad contra atentados de la nacion que ha emponzoñado la vida de nuestras sociedades latino-americanas” [2]

Se marchó en 1876 y regresó en 1879 cuando el general Gregorio Luperón y su Partido Nacional ascendieron a la dirección del Estado dominicano, tocándole como responsable de la Instrucción Pública, diseñar y organizar el sistema educativo, promover la apertura del Instituto Profesional (hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo), y fundar la Escuela Normal (1880), al mismo tiempo que ejercía el magisterio. Sus ideas a favor de la República estaban centrada en su convicción de era “absolutamente indispensable establecer un orden racional en los estudios, un método razonado en la enseñanza, la influencia de un principio armonizador en el profesorado, y el ideal de un sistema superior a todo otro, en el propósito mismo de la educación común”.

Sus planes y conceptos normados por ideas positivistas, encontraron opositores de mucho poder social, religioso y político. Se la acusó de promover una “educación sin Dios”, cuando en verdad perseguía establecer una metodología que desechara el aprendizaje memorístico y privilegiara el uso de la razón y aunque su proyecto educativo pronto comenzó a dar sus frutos, impulsado por las presiones políticas abandonó el país en 1888. En su ausencia sus opositores protegidos en el interés de la dictadura iniciaron la eliminación de los logros alcanzados en años de luchas: cambiaron la Escuela Normal por Colegio Central, introdujeron asignaturas para promover los dogmas de la religión católica y eliminaron “La moral social” “Elementos de sociología” y “Economía política”.

Con el magnicidio del 26 de julio de 1899 terminó la dictadura y un gobierno más tolerable de las ideas, reclamó la presencia de Hostos, quien llegó al país en 1900 y para 1901 era Inspector General de Instrucción Pública. Rodeado de antiguos discípulos trató de rescatar los valores educativos perdidos y a la vez que prepararaba a los jóvenes para su futuro profesional y como sujetos sociales y la escuela como instrumento de bien político-administrativo. El 10 de julio de 1901 escribió a la Sociedad Amigos del Estudio: “Tengo la necesidad de recordarles los principios fundamentales en que se basa nuestra doctrina y el deber de preservarlos contra asechanzas que pueden malograr la noble confianza han tenido ustedes”
[3], recordándoles los principios del normalismo: el desarrollo graduado de la población por medio de las colonias agrícolas y febriles, aumento y mejoramiento de la producción agrícola para el mercado, establecimiento de ferias urbanas, mercados fronterizos, certámenes regionales y exposición agrícolas.

Entre los principios políticos Hostos destacaba la libertad individual, libertad y autonomía municipal, libertad y descentralización departamental, provincial y regional, libertad nacional asegurada en el régimen civil, simplificación de la administración publica y establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales que consolidaran la independencia.

En cuanto a los pedagógicos, insistía en la enseñanza organizada lejos de la influencia del Estado, escuelas laicas, aprendizaje compulsivo, y la obligatoriedad del Estado y los Ayuntamientos con la enseñanza pública, destacando que en los religiosos y morales se tenía que ser tolerante.

En su afán por reformar la educación y a través de ella la sociedad, Hostos convocó en 1901 a sus discípulos para “secundar el victorioso esfuerzo de la nueva normal, contribuyendo con la enseñanza nocturna, las conferencias y el favorecimiento de actos de cultura, al arraigamiento de la doctrina del trabajo, educación, libertad, tolerancia y orden”, desechando la calumnia que, acechando en dondequiera al normalismo, lo denuncia, ahora como partido político, para así debilitarlo”.

La batalla fue terrible. Los sectores que antes lo criticaron y negaron su condición de dominicano rechazaron sus planes para encauzar la educación dominicana. Se le acusó de introducir cambios inmorales en la sociedad dominicana. Los ataques fueron implacables a partir del momento en que dos de sus discípulos introdujeran en el Congreso un proyecto de ley para reformular el sistema educativo. Nuevamente acusado de promover proyectos educativos materialistas y ateos, dijeron que ideas tenían efectos que mortificaban a los pueblos, los llevaban al socialismo, al anarquismo y al nihilismo, y los prepara el animo de a la población para “si llegara el momento de las grandes injusticias y de los atropellos de la fuerza, imitemos a nuestros vecinos recibiendo a los invasores al grito de “vivan los conquistadores”
[4]

El Arzobispo Fernando A. de Meriño, a través de carta pastoral del 15 de junio de 1901, “relativa a las doctrinas racionalistas”, criticó abiertamente la Escuela Normal motivando a que el sacerdote Adolfo Alejandro Nouel, el 25 de julio, escribiera una “composición literaria”, en la que decía: “La doctrina materialista atea, la divinización de la humana inteligencia, y las teorías del dios-conciencia y del dios-humanidad, de que se han jactado los impíos reformadores (…), tuvieron entre nosotros algunos aunque pocos y disfrazados sostenedores. (…) para hacer germinar en nuestro país la plana exótica; y so pretexto de novedad, se repitieron en las aulas las añejas impiedades (…) y bajo el nombre de “moral social” volvieron a publicarse una vez más por medio de la prensa las falsedades las injurias, los insultos y los anatemas contra el Cristianismo, y muy en particularmente contra nuestra santa fe católica”. Nouel llamó a los seguidores de Hostos “extraños fabricadores de conciencias” y reclamó del gobierno “evitar un conflicto político-religioso, tan sin provecho para nadie, de las funestas consecuencias para todos”[5]

El debate en torno a la resurrección de la escuela hostosiana se prolongó durante largos meses, mientras el Maestro se encontraba enfermo. Las posiciones más persistentes enfrentaban en la prensa al sacerdote-diputado Rafael C. Castellanos con los discípulos Rafael Justino Castillo, José Debeau y Pelegrín Castillo.

Como parte de la polémica el cura Castellanos publicó un opúsculo (1901),
[6] en el que recogió los argumentos con los que se opuso al proyecto de reforma educacional introducido por Hostos en el Congreso, el 10 de Junio de 1901. Alegando que Hostos no tenía “calidad ninguna para dirigirse en el ejercicio de sus funciones al Congreso” y que éste no tenía que recibir lecciones de “tal maestro” porque los representantes del pueblo no se consideran sus discípulos. Negó la condición de dominicano reivindicada por Hostos argumentando que si el proyecto fue redactado por Hostos, entonces “tendríamos que hasta los extranjeros (como en este caso) gozarían del derecho de iniciativa en la formación de las leyes”.

Castellanos decía oponerse al proyecto de ley por no “acomodarse a la situación económica del país” y le restaba calidad, por entender que en la “obra concienzuda” del Maestro no existe “altas miras”, ni “generosos propósitos”. “Lo que hallo es confusión por todas pares, contradicciones al granel y desconfianzas desmedidas que desacreditan y deshonran al país”.

Apellidaba el proyecto de ley “la nueva improvement” o “Imporvement nacional”, explicando que este había caído mal en la opinión publica era desaprobado por el pueblo. En cuanto a la educación de la mujer, el cura-diputado reclamó a los hostosianos una rectificación de sus planteamientos, pues él decía no entender, “no es posible, ni puede serlo en buena pedagogía, que no haya distinción alguna entre la educación del hombre y la de aquella. (…). La mujer necesita principalmente que la forme con todos los conocimientos necesarios para estar en buena sociedad y para funcionar como hija, esposa o madre en la casa; (…). No basta la Normal para la mujer; deben establecerse antes que ésta dos escuelas más necesarias aún, que deben aumentarse con empeño: Escuela de aprendizaje, o sea una escuela de servicio domestico, arte culinario, lavado, aplanchado, cuidado de niños, etc.; escuelas cuyas ventajas no deben ocultarse a nadie; (…), mostrando competencia en el servicio domestico, en el manejo de una casa de familia (…). Porque eso de pretender que toda las mujeres sean maestras o literatas, el olvidar que su principal esfera de acción es el hogar; y que antes de distinguirse como escritora o como institutriz, debe descollar como buena hija, como esposa completa y como madre competente en el dominio casero”.

Rafael Castellanos acusó el proyecto de favorecer a los “más acomodados, dejando sin luz a los pobres, a los desheredados de la fortuna” y de ser imitadores de los Estados Unidos y de promover “una civilización materialista” y una “instrucción atea”, en “la que la enseñanza sin Dios no hace otra cosa que causar males y perturbaciones siempre desastrosas”.

Criticaba que en el proyecto se le diera preferencia al “idioma ingles, a la Constitución Americana y a determinados oradores de la patria de Washington: porque no parece sino que se quieren despertar grandes y fuertes simpatías por el águila del Norte; lo cual es peligrosísimo en naciones de poca población. (…)”. Porque se desea “que los alumnos crezcan amando a los americanos, hablando con preferencia el ingles, admirando sus instituciones, aprendiendo obligatoriamente la Constitución Americana, con exclusión de la –Dominicana, y saboreando solamente (…) oradores políticos norteamericanos”.

Después del largo debate en el Congreso y la prensa, las reformas fueron aprobadas, decretando el presidente Horacio Vásquez en julio de 1902, los cambios propuestos por el Maestro, y quedando vigente la ley promovida por Hostos en 1884. El Maestro falleció en Santo Domingo en 1903.

La encendida polémica
[7] en torno a los aportes de Eugenio María de Hostos y las posiciones enarboladas por sus discípulos, desentrañan la fortaleza del Normalismo y la resistencia enarbolada para que sus ideas fueran convertidas en realidad. Los dos escritos que a continuación insertamos en estas páginas, son una muestra de los niveles alcanzados en el debate sobre la Escuela Racional.

EL DEBATE:

“Punto de vista Sobre el informe del diputado Castellanos contra la “Ley General de Enseñanza Pública”

Por : Pelegrín L. Castillo A.

Publicado en Periódico “El Nuevo Régimen”
28 de julio de 1901

Primer Fragmento

He leído y releído el informe que pacientemente oyéramos leer el día 10 a su autor, el diputado Castellanos, miembro de la comisión de justicia e instrucción pública. Aunque con anterioridad había estudiado cuidadosamente la “Ley General de Enseñanza Pública”, prohijada y sometida a mi al Congreso, sobre la cual pueda el informe indicar; aunque por haber leído algunas obras de pedagogía y su historia me creía en la posibilidad de entender dicha ley; y por más que ya la tenia conceptuada de verdadero monumento pedagógico, al conocer el magistral informe del diputado Castellanos que la condena como un enorme fárrago de “contradicciones”, “incoherencias”, “peligros”, “anexión del espíritu a los americanos”, “inconstitucionalidades”, “privilegios odiosos para las clases pobres del país”, al conocer digo, estas tremendas acusaciones, mi espíritu se recogió en si mismo, sentí frió glacial en todo mi cuerpo: ¡estaba arrepentido del juicio emitido anteriormente¡.

Pero, no; pude sustraerme a esos primeros impulsos ¡que tan funestos son al anhelado predominio de la verdad y la rectitud del carácter! Y al lograrlo, lo que debo en parte a una como predisposición a negarlo todo sorprendida en el señor informante, resolví recomenzar el estudio de la ley en vista ya del informe que la pulveriza!.

¡Cuál no sería mi asombro al reconocer en el magistral informe, no ya esa sabiduría condensada en materia de pedagogía y legislación que en los primeros momentos hizome tomar al señor informante por nuevo emulo de Pestalozzi, Horacio Mann, y otros no menos ilustres pedagogos, sino la pobre realidad de una enorme palabrería!.

Pero no vengo a cansaros, señores diputados, con el minucioso estudio que me exigiría el largo informe, si hubiese de analizarlo en todos sus detalles como e su propósito hacerlo en el campo más adecuado de la prensa. De momento solo voy a hacer algunas consideraciones generales sobre sus puntos más salientes, con el objeto de probaros que dicho informe, animado por el espíritu de parcialidad más notable, no podría servir de fuente al juicio que los intereses sociales requieren se forme de la “Ley General de Enseñanza Pública”.

Señores diputados, no sabía yo que la sinceridad era una falta, y la mentira una virtud. El diputado Castellanos, y antes que el, los reaccionarios que han combatido en la prensa contra la reforma educacional iniciada, parece como que afirman esta novedad. Cuando tuve la honra de someteros a consideración la “Ley General de Enseñanza Pública”, concienzudamente elaborada por el sabio pedagogo Don Eugenio M. Hostos, la confesión que hiciera de la procedencia intelectual de dicha ley, como una justísima protesta de gratitud y aliento al bienhechor de la juventud Dominicana, y como una recomendación a la vez del merito de ese trabajo a sido el pretexto de una campaña del viejo obstruccionismo a la enseñanza racional en el país. En la prensa, primero, y ahora en el Congreso por boca del diputado Castellanos; se nos ha llamado violadores de la constitución y profanadores de la dignidad altísima del congreso de la República.

El diputado Castellanos ha reconocido el fundamento de las razones que produjera yo en meses pasados por la prensa cuando probaba que en el país abundan los precedentes de leyes formuladas por personas extrañas al congreso y sometidas a su conocimiento por diputados. El diputado informante conviene, por no poderlo negar, que esa es una práctica perfectamente correcta; pero según su propia confesión el diputado en semejantes condiciones inicio una ley, no debe manifestar que no es suya la obra.

¡Quien será tan corto de sentido común en esta primera razón de la “urgencia de rechazo” de que nos habla el diputado Castellanos, una como predisposición a rechazar la “Ley General de Enseñanza Pública”!. La futileza del motivo no prueba otra cosa. Yo confieso que no he transpuesto esta parte del informe sin rastrear ya sus conclusiones sistemáticas, y sin resentirme profundamente en la creencia de imparcialidad y rectitud que hacía esperar aquella afirmación categórica del informante: “no me guían pasiones sino razones”.

Pero sigamos al informante en su carrera vertiginosa de negaciones rotundas y de protestas airadas contra la “Ley General de Enseñanza Pública”. A seguidas de la falsedad que se acaba de demostrar, que se yergue resuelto y enérgico diputado Castellanos y clama: “Urge rechazar esa ley, primero, por sus contradicciones entre si y con las demás leyes; segundo, por no acomodarse a la situación económica del país”.

Como dije, señores diputados, no es mi objeto entrar en detalles por ahora, así es que, no seguiré al informante en las numerosas pretendidas contradicciones que señala a la ley, de las cuales solo una resulta, si no una contradicción propiamente dicha, un olvido del autor de la ley, que subsanaría con un simple cambio de palabras. Quiero si fijar vuestra atención sobre un punto que como el anterior hace a mi objeto de probar simple y sencillamente que el informe del diputado Castellanos por estar viciado de parcialidad y prejuicios no podría ser fuente de verdad y rectitud de juicio. En efecto, señores diputados, admitamos que halla en la ley las supuestas contradicciones que dice el informante, ora entre si, ora con las demás leyes, ¡Como se concibe que pensando que con buena intención se pueda pedir por tal motivo el rechazo in absoluto de la “Ley General de Enseñanza Pública”, y no, lo que se ocurre al sentido común más lerdo, la armonía de las disposiciones contradictorias, ya entre si, ya con las demás leyes!.
El segundo motivo para el rechazo absoluto de la ley no es menos especioso, ni ha sido menos escudo a la consigna de obstruccionismo, porque si la ley no se ajusta al medio económico, no es el rechazo absoluto que urge, sino el acomodamiento de una cosa a otra o lo que seria mejor y haría el patriotismo pensador: el ajuste de los medios y recursos económicos de la ley, aunque ello costara la supresión de la “Plantilla inmoral” y otros gastos indebidos que actualmente se hace. Pero, señores diputados, en lo más irritante en este punto es que se halla llevado la consigna del oscurantismo hasta la ceguedad de pasar por el alto la disposición que la misma ley pide o establece al declarar que se ira poniendo en práctica en medida que lo permita los recursos económicos, circunstancias de lugar, condiciones sociales &, &!. ¡No dice todo esto en términos muy claros que hay carencia de justicia, por no decir súper abundancia de pasiones, en esa parte del informe y en cuantos hallan hecho arma de nuestra estreches económica ¡que tantas cosas permite impunemente! Para escandalizar al país con las enormes utopías de que hablan los enemigos de la educación del pueblo, a caso porque en una u otra forma viven de su ignorancia? (continúa.....)

Punto de vista sobre el informe del diputado Castellanos contra la “Ley General de Enseñanza Pública”.

Por : Pelegrín L. Castillo A.

Publicado en Periódico “El Nuevo Régimen”
Santo Domingo, 4 agosto de 1901.

Segundo fragmento

"Quiero también pasar por alto los conceptos del informante sobre la creación de las “Tesorerías Especiales para el Cobro”, administración & de los fondos destinados a la enseñanza, porque este detalle se comprende en el objeto de la crítica de que hablo anteriormente, y porque en ese punto tendría forzosamente que reiterar mi protesta contra la parcialidad y la pasión ciega que privó al señor informante sobre los sagrados intereses sociales que se entrelazan y compenetran con la ley, en este punto sobre todo.

Dice, el diputado Castellano: “Lo gracioso de esta disposición está en que se crean las Tesorerías de Enseñanza Pública, según el mensaje del Inspector General, por desconfianza del consejo de gobierno y de los ayuntamientos (Pág. VIII) y olvidando el desorden que había que corregir las tales tesorerías especiales se les autoriza a ampararse de la tesorería municipal...” Prescindamos de la mala intención que informa el párrafo trasncrito, pues de considerarlo compaginándolo con aquellas tristes aseveraciones que hace el informante, contra toda verdad, de privilegios odiosos para las clases pobres del país, de anexión al espíritu a los americanos & tendríamos que preguntarnos, llenos de asombro: Estamos en presencia de un hombre sano de juicio que razona y piensa realmente sobre su cometido, o de un anarquista, de un nihilista, que obscurecido por las pasiones, se debate por llevar a la sociedad gérmenes de prevención, de disociación y de odio contra la “Ley General de Enseñanza Pública” y contra su autor.”

Pero, no, reconozcamos simple y sencillamente que el diputado Castellanos no ha puesto su inteligencia y su corazón a la altura de la “Ley General de Enseñanza Pública” y sus grandes, generosos propósitos de bien social. Se comprenderá esto, si se piensa que en aquellos puntos de la ley como las “Tesorerías Especiales”; la sustitución de la “Juntas de Estudios” por los “Consejos de Vigilancias”; la creación de la “Superintendencia de Enseñanza Pública”; las “Conferencias Populares”; los “Compañerazgos escolares”; que él hace blanco de sus censuras más acerbas está la esencia de la esencia “Ley General de Enseñanza Pública”, su mérito y su sabiduría.

Esto así, señores diputados, porque los puntos especialmente indicados, y otros que les son consecuenciales en la misma ley, son la expresión de una admirable reforma en nuestra pobre legislación educacional; el génesis, podríamos decir, que la organización científica y social de la institución y educación pública entre nosotros; su emancipación del nocivo tutelaje del orden político y de otras no menos funestas influencias entorpecedoras de la educación completa del hombre. Por esos puntos de la ley se provee a la solución de los dos grandes problemas que entrañan, en mi concepto, la incógnita de nuestra civilización, porque entrañan las bases de una racional organización de la enseñanza pública: Separarla en lo posible de las veleidades de la política: Integrarla a su verdadero puesto de institución eminentemente social. He ahí esos dos grandes problemas cuya solución plantea y resuelve hasta donde lo permite el estado social & la ley tan obstinadamente calumniadas: La “Ley General de Enseñanza Pública”.

Esos dos puntos de vista son los dos polos dentro de los cuales gira el sistema pedagógico de la ley. Por tal virtud me atrevo a asegurar que quien no parta de esas dos ideas, que son como el alfa y la omega de la ley y de la organización escolar que ella plantea, podrá apedrearla, jamás exponer juicios concienzudos y justos de sus tendencias y eficacias.

De seguir anotando desde ahora los errores y exageraciones que a fuerza de prejuicios a logrado amontonar en su informe el diputado Castellanos, habría de demostrarle cuan lejos de la verdad y de los verdaderos intereses sociales anduvo al tratar de la educación de la mujer cuando afirma que no podría contenerse en los programas de la ley los cuales son para hombres; y no para la mujer que debe, según sus palabras a prender a cocinar, a planchar, y otros quehaceres domésticos &.

No me explico porqué el diputado Castellanos inconsecuentemente con ese orden de ideas piensa en la educación de la mujer e insiste una y varias veces en que a ella esta encomendada en primer termino la educación domestica. No me explico, porque aquello incluye esto.

No, la mujer tiene las mismas facultades intelectuales del hombre y las mismas actividades efectivas y volitivas, y la pedagogía no pone diferencia entre ella y el hombre, ni los legítimos intereses de la sociedad y la civilización permitirían que se sustraigan sus facultades racionales y sus potencias morales al influjo de una completa y racional educación. Al contrario, civilización y sociedad están tramando, cada día más resueltamente, porque se destroce ese circulo de hierro en la que las preocupaciones sociales, &, han aprisionado a la pobre mujer; y claman, no ya por conmiseración al oprimido, sino por el interés de ellas mismas, porque es ya innegable que las caídas e infortunios de la sociedad y de la civilización arrancan del hogar donde sobran las buenas cocineras y aplanchadoras y faltan las matronas educadoras de hombres para la sociedad y para la civilización. La “Ley General de Enseñanza Pública”, como obra de Hostos, no podría dejar en blanco, ni si quiera deficiente la educación de la mujer. Existe en la historia de la civilización patria un periodo grandioso, ante el cual se prosterna agradecido el patriotismo y ese periodo se podría llamar por el nombre de dos de nuestros grandes bienhechores: Hostos y la Ureña!"
F I N....................

Fragmento del Escrito "La Escuela", por Rafael Justino Castillo, Periódico "El Nuevo Régimen", 30 de junio 1901:

“Se pierde de vista la doctrina para atacar al apóstol, se combate la obra de bien porque el iniciador no es persona grata a ciertos hombres que, como el perro del hortelano, ni hacen ni dejan hacer. (…). De ahí, que la lucha no sea de doctrinas ni de ideas; de ahí que se ataquen personalidades, y se eche mano de armas indignas de ser blandidas por quienes se precian de caballeros; de ahí que haya gentes sencillas que, engañadas, se oponen a la reforma escolar que realiza, daría a sus hijos útil y fecunda enseñanza, y lo prepararía para entrar en combate de la vida armado con armas de bien y de verdad. ¿Cómo se explica que los mismos que aparentan temer más la perdida de la nacionalidad dominicana por la absorción yankee, combatan la reforma radical de la enseñanza publica y su civilización?”
NOTAS:

[1] En : Eugenio María de Hostos, Páginas dominicanas.
[2] Idem.
[3] Carta del 10 de julio de 1901 a la Sociedad Amigos del Estudio. En: E. M. de Hostos, Páginas dominicanas.
[4] Rafael C. Castellanos, Informe acerca de la reforma educacional iniciada por Don Eugenio María de Hostos, presentado al Congreso el 10 de junio de 1901. Santo Domingo, Imprenta García Hermanos, 1901.
[5] Obras de Monseñor Nouel. Santo Domingo, s.p.i.
[6] Rafael C. Castellanos, Op. Cit.
[7] Acerca del debate sobre la educación hostosiana véanse los artículos “La Escuela”, por Rafael Justino Castillo, El Nuevo Régimen, 30 de junio 1901; “El porvenir o al pasado”, por Pelegrín L. Castillo, El Nuevo Régimen 30 de junio 1901; Periódicos “El Civismo” de Santiago y “La Tijera” de Puerto Plata, junio de 1901; artículo “La Escuela vieja”, por R. J. Castillo, El Nuevo Régimen, 14 de julio 1901; Editorial periódico El Nuevo Régimen, 11 agosto de 1901; “Frutos de la Normal”, por Junios, 18 de agosto 1901; Normalismo en la vida nacional”, El Nuevo Régimen, 25 de agosto 1901;”Nuestra opinión”, por Imparcial, El Nuevo Régimen, 25 de agosto 1901, y “El Informe Castellanos”, por D. E. Baechy, El Nuevo Régimen, 1 septiembre 1901.

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