HISTORIA DE REPÚBLICA DOMINICANA: INDEPENDENCIA 1844


APORTES DE JUAN PABLO DUARTE Y LA TRINITARIA A LA FUNDACIÓN Y CONSOLIDACIÓN DE LA REPÚBLICA DOMINICANA

Por: Alejandro Paulino Ramos *

(Conferencia en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metropolitano, como parte de la “Semana Dominicana en Puerto Rico” (20-27 de febrero del 2007) y organizada por el Consulado General de la República Dominicana y la Comisión Permanente de efemérides Patrias).

Esta noche nos hemos reunido en este salón para recordar, más que la heroica hazaña de la Independencia Nacional de 1844, de la que celebramos el 163 aniversario, para recordar los aportes de la sociedad secreta La Trinitaria y el sacrificio y la entrega del Patricio Juan Pablo Duarte a favor de la creación y consolidación de lo que el bautizó como la República Dominicana.

Una nación formada en un largo proceso histórico, en el que la imperial España se apropió de la isla y aniquiló, en su afán por obtener riquezas, a la población indígena. El tributo en oro aportado por el indígena dio paso, con su desaparición, al surgimiento de la esclavitud africana y a la producción de azúcar, así como a la instauración del hato ganadero como contra parte importante de aquella industria.

El exterminio indígena y la esclavitud del africano fueron tempranamente resistidos con la insurrección de Enriquillo en el Bahoruco y las rebeliones conocidas como las cimarronadas.

Los conflictos desencadenados durante todo el siglo XVI, se conjugaron con la expansión imperialista de España hacia territorio continental, el abandono por España de la que un día consideró Atenas del Nuevo Mundo, y la presencia agresiva de potencias enemigas del proyecto colonial que había arrancado en 1492, abriendo el camino al comercio de contrabando practicado por los habitantes de Santo Domingo, con súbditos de Inglaterra, Francia y Holanda y de paso al enfrentamiento de las autoridades españolas con un sector de la población que ya no era ni indígena, ni español y menos africano, resistencia del criollo que luego sería llamado dominicano y que simbolizó en el proceso de las devastaciones de 1605, la figura mulata de Hernando Montoro.

Se constituía así el núcleo inicial de lo que iba a se el pueblo dominicano, una comunidad que se fundaba en el sincretismo racial y cultural que apresuraba el aislamiento y la crisis económica que afectó nuestro territorio durante los siglos XVII y XVIII; siglos en los que se estableció en la parte Oeste de la Isla, aquellas tierras despobladas en 1605, el imperio francés, con su colonia y sus plantaciones azucareras esclavistas.

Si a todo esto sumamos los conflictos permanentes de Francia y España y la forma en como estos se reflejaban en la Isla de Santo Domingo, así como los acuerdos o tratados entre estas potencias en torno a la posesión y limites territoriales de las dos colonias que ocupaban a Santo Domingo, entonces podríamos ir detectando algunas de las razones que explican las contradicciones entre los habitantes de ambas colonias.

Los dos pueblos, tanto el haitiano como el dominicano, se constituyeron enfrentados por los intereses franceses y españoles a la vez que se diferenciaban en relación a las formas económicas, religiosa y los idiomas. Pero en los dos pueblos existía el componente africano y esto, de alguna manera tendría su repercusión a finales del siglo XVIII, en las naciones que se estaban formando, y por desgracia, España facilitó y aceleró, con el Tratado de Basilea que delegó en Francia la propiedad del Santo Domingo español en 1795, los acontecimientos que se iban a desarrollar en el primer cuarto del siglo XIX, período en el que nació Juan Pablo Duarte, pues su nacimiento fue el 26 de enero de 1813.

La primera década del siglo XIX encontró a los dominicanos afectados por las consecuencias, principalmente económicas, de la guerra de los esclavos contra Francia en el Santo Domingo francés y por estar bajo el dominio, entregados jurídica y legalmente a Francia y además invadido en 1801 por los ejércitos de Toussaint Louverture, quien abolió la esclavitud a la vez que provocó reformas en la economía y el Estado del Santo Domingo español, modificando el sistema productivo y estableciendo las normativas de una nueva constitución colonial; proceso fugaz, pues rápidamente fue abortado con la ocupación de nuestro territorio por Francia y la prolongación de su permanencia en nuestro territorio hasta 1809, cuando definitivamente los dominicanos, impulsado por aquel movimiento pro español de la Reconquista, derrotó al ejercito Napoleónico en la Batalla de Palo Hincado, en 1808.

Aquel acontecimiento permitió, en medio de la crisis económica provocada por todos aquellos conflictos, el regreso en condición de colonia a la imperial España. Un imperio imposibilitado de ocupar y defender, mucho menos ayudar coherentemente su antiguo territorio. Regresábamos a la vieja condición de colonia de España exactamente cuando comenzaba en América del Sur aquel pujante movimiento liberal de independencia que lideraba Simón Bolívar. Y en medio de la incertidumbre y un poco influenciado por aquello, surgió por primera vez la necesidad de ser libre y soberano constituyendo a Santo Domingo en una nación soberana, cuando el patricio apenas tenía ocho años de edad.

Las ideas de independencia, reflejo cercano de la los principios enarbolados en la Revolución Francesa de 1789, crecieron en Santo Domingo ante la indiferencia de España y la progresiva conspiración de José Núñez de Cáceres y su grupo, apoyado a su vez por las tropas de morenos que comandaba Pabló Alí. La crisis económica del período de la España Boba, la influencia de las ideas liberales y la unidad de los liberales con sectores libertos, van a provocar el primer estallido de envergadura para proclamar un país libre y soberano.

El primero de diciembre se anunciaba el surgimiento del Estado Independiente del Haití Español, proclamándose lo que conocemos en la historia nacional como la Independencia Efímera de 1821, la primera independencia de los dominicanos.

Cuando se proclamaba la primera independencia de los dominicanos, Juan Pablo Duarte apenas se acercaba a los ocho años de edad, y un año después debió enterarse confusamente, como la soberanía de aquel Estado libre desaparecía para dar paso, el 9 de febrero de 1822, a la dominación de otra nación sobre el pueblo dominicano, ahora ocupado política y militarmente por el gobierno haitiano que presidía Juan Pedro Boyer.
Ese humillante acontecimiento no fue repelido inmediatamente por los dominicanos. Los intereses económicos y políticos de los sectores pudientes, pesaron más que la sed de ser libre y soberano. Por un lado los sectores oligárquicos-esclavistas se resentían porque perderían sus esclavos pero a la vez soñaban con el resurgimiento del hato ganadero y las posibilidades de recomponer la venta de ganado a la vecina República de Haití. Los lideres del grupo independentista un tanto aislado, prefirieron emigrar del territorio dominicano, mientras que los libertos y los antiguos esclavos ahora convertidos en ciudadanos y con posibilidad de constituirse en propietarios, en ciertas formas agradecieron la presencia haitiana en Santo Domingo. Mientras tanto, los seguidores de España y de Francia emigraban a Cuba o Puerto Rico, y la iglesia católica luchaba para evitar ser despojada de sus bienes por el gobierno extranjero.

De todo modo, el nuevo gobierno abolió la esclavitud, la economía del hato comenzó a perder terreno, y a la iglesia católica, así como a los que emigraron les fueron confiscadas sus propiedades, dándose inicio a un forzado proceso de integración de los dos pueblos. Las tierras confiscadas fueron repartidas entre los funcionarios civiles y militares del nuevo régimen, así como a los antiguos esclavos; se modificó el sistema judicial con la implantación de los códigos franceses y se intentó obligar a los dominicanos a que aportaran una parte del dinero que los haitianos debían entregar a Francia por el reconocimiento de su independencia.

Fue en ese ambiente de la primera década de dominio haitiano, que Juan José, el padre de Juan Pablo Duarte, decidió enviarlo a estudiar a España, aproximadamente en 1828. En aquella ocasión Duarte estuvo en Nueva York, Inglaterra, Francia y por ultimo en España, pudiendo dedicar parte de su tiempo al estudio de la geografía y a perfeccionar sus conocimientos de los idiomas ingles y francés. Fue en contactos con aquellos pueblos donde conoció y se interesó por las ideas liberales y los principios de independencia, libertad y soberanía que estaban muy en boga en aquellos años en Europa.

Cuando Duarte regresó a Santo, en 1833, se encontró con el descontento de amplios sectores de la población. Ese descontento estaba relacionado con el Código Rural que Boyer quiso imponer a partir de 1827. Ese Código, dice Roberto Cassá, buscaba “ retrotraer el sistema agrícola haitiano al que existía en los tiempos de Toussaint y Christophe, o sea el de la gran plantación exportadora a base del trabajo forzado de cultivadores en estado de servidumbre”, abandonando el sistema de la pequeña propiedad y la libertad jurídica del campesino, provocando una crisis en las finanzas y la productividad así como un estancamiento del comercio y por demás el descontento del campesinado.

La crisis económica que se profundizaba en Santo Domingo se conjugó con la crisis económica y política que se vivía en Haití, donde sectores liberales arreciaban sus actividades contra el régimen de Boyer, que a la vez progresaba en su dominio dictatorial contra los haitianos y dominicanos.

La persecución política de los opositores al régimen, la crisis económica, la reducción de los precios de los principales productos de exportación incentivó la aparición de la oposición haitiana y la organización, todavía incipiente, de los sectores afectados del lado dominicano. Se puede decir que la primera organización estructurada con ideas claras y principios coherentes para oponerse a la ocupación haitiana, fue la institución juvenil política y secreta llamada La Trinitaria, el 16 de julio de 1838, integrada por jóvenes pequeños burgueses y cuyo líder indiscutible lo fue el joven Juan Pablo Duarte.

La Trinitaria fue idea de Juan Pablo Duarte, hijo de un prospero comerciante del puerto de Santo Domingo. De acuerdo a José María Serra, un dominicano que resistió y denunció por aquellos días la ocupación haitiana en la más valiente clandestinidad, al Duarte enterarse de la propagación de sus escritos antihaitianos, le dijo: “En vez de continuar excitando al pueblo como hasta aquí, es menester formar una sociedad secreta revolucionaria. Todo lo tengo meditado. Esta sociedad se llamará la Trinitaria, porque se compondrá de nueve miembros fundadores, que formaran bajo juramento una base triple de res miembros cada una” (…). Habrá toques de comunicación que significaran confianzas, sospecha, afirmación, negación; (…) que al llamar un trinitario a otro que está en su cama, ya éste sabrá por el numero y manera de los toques, si debe o no responder, si corre o no peligro (...). La existencia de esta sociedad será igualmente secreto inviolable para todo el que no sea trinitario, aunque sea adepto”.

Los nueve trinitarios fueron Juan Pablo Duarte, Juan Isidro Pérez, Juan Nepomuceno Ravelo, Félix María Ruiz, Benito González, Jacinto de la Concha, Pedro Alejandrino Pina, Felipe Alfau, y José María Serra.


Uno de los medios utilizados por los trinitarios para propalar las ideas de libertad y soberanía, fue el teatro. En un edificio ubicado exactamente al lado del palacio de Borgella, donde el gobernador, el general Carrié, en nombre de Boyer gobernaba los dominicanos, presentaban los trinitarios sus dramas patrióticos. Aquella sociedad educativa y cultural recibía el nombre de La Filantrópica. En las obras presentadas se criticaba a los franceses, pero los dominicanos por analogía lo interpretaban como criticas contra los haitianos.

El trabajo de los trinitarios dirigidos por Duarte, combinó con los liberales haitianos que promovían el movimiento de reforma en Haití. Este movimiento derrocó el régimen de Boyer y estableció un gobierno provisional encabezado por Charles Gerard, que ante el interés de los dominicanos a separarse de Haití, inició de inmediato la persecución y represión contra los que estaban planteando la separación y la independencia del pueblo dominicano. A partir de 1843 los trinitarios fueron los más perseguidos por los nuevos gobernantes haitianos.


Mientras la Trinitaria crecía en adeptos y sus predicas patrióticas se ampliaban en el territorio dominicano, no faltaron los que censuraron el movimiento y se burlaron de sus propósitos, especialmente los que disfrutaban de la presencia haitiana y los que, deseando la separación de aquel país, entendían que no podíamos ser libres y soberanos. Sobre esos críticos, dice Serra, que “hubo quienes nos censuraban y nos ridiculizaban: nos llamaban filorios por irrisión. Esta palabra no tiene significación en el idioma; fue inventada por un rufián para llamarnos por ironía, filósofos.”

Y era que la mayoría de los trinitarios eran jóvenes que no alcanzaban todavía la edad de los treinta años, mientras que los lideres oligárquicos pro haitianos, pro francés y españoles eran personas adultas. La mayoría de los trinitarios eran estudiantes, críticos de los afrancesados y enemigos de los que buscaban la anexión y el protectorado de potencias extranjeras.

Los sectores que criticaban el trabajo independentista de Duarte y los trinitarios, se refieren a sus propósitos como la Revolución de los Muchachos, mientras ellos buscaban vergonzosamente la solidaridad del Cónsul francés en Puerto Príncipe y de esa forma consolidar su intención de separarnos de Haití para anexionarnos a Francia, intención que debía ejecutarse en abril de 1844.


Identificados los lideres trinitarios, pues se dieron a conocer cuando se vincularon con los liberales haitianos que lucharon contra Boyer, tuvieron que irse a la clandestinidad y en el caso de Juan Pablo duarte, Juan Isidro Pérez y otros trinitarios, obligados a salir del país para poder salvar sus vidas. Tras la salida de Duarte, los trinitarios pasaron a ser dirigidos por Francisco del Rosario Sánchez, quien organizó la conspiración contra el gobierno haitiano unificándose con los grupos conservadores separatistas.

La conspiración de los dominicanos ganó fuerza ante los conflictos internos que afectaban a la República de Haití y al nuevo gobierno de Gerard. Esa situación facilitó, el 27 de febrero de 1844, la proclamación de la independencia del pueblo dominicano, dando paso al primer gobierno constituido por dominicanos, la Junta Central Gubernativa, presidida por Francisco del Rosario Sánchez, quien fue muy pronto desplazado por Tomás de Bobadilla, uno de los lideres de los afrancesados.


Constituida la Junta de gobierno, se envió una goleta a recoger a Duarte y los demás despatriados y con su llegada comenzaron a dejarse sentir los conflictos de intereses entre los independentistas y los anexionistas enfrentados desde antes del 27 de febrero en el afán de ser libre o de volver a ser colonia de potencias extranjeras. Entonces los segundos utilizaron como pretexto contra los trinitarios, que los pueblos del Cibao tenían la intención de proclamar e imponer la candidatura de Duarte como presidente de la República.

En medio de la amenaza de invasión haitiana que se avecinaba, el enfrentamiento entre los conservadores encabezados por Pedro Santana y los trinitarios; entre los que no tenían fe y confianza en la naciente república y los que entendían que la República Dominicana era un pueblo con suficiente fuerza y conciencia para mantenerse libre e independiente, no dejo tiempo a la espera: El historiador Rufino Martines, estudiando esta coyuntura, planteó en su Diccionario Biográfico, que el pueblo dominicano no reconoció el aporte de los independentistas y por el contrario apoyó a los conservadores, quienes encabezados por Santana alcanzaban prestigio enfrentándose a los invasores haitianos a la vez que relegaban a los trinitarios a posiciones de poca importancia.

Ante la perdida del poder que se percibía inminente, los trinitarios intentaron un golpe de Estado, el 9 de junio de 1844 y se reorganizó la Junta de Gobierno con trinitarios, quienes proclamaron a Duarte como presidente de los dominicanos; pero los jefes militares del naciente ejército, quienes reconocían en Santana una especie de liderazgo alcanzado en la batalla del 19 de marzo, promovieron un contra golpe llevando a Duarte y a muchos de los trinitarios a la cárcel, los sometieron a un juicio militar y condenaron al destierro a perpetuidad, es decir, expulsaban del suelo patrio a Duarte y sus seguidores para siempre..

De modo que en menos de cuatro meses, ya los conservadores y anexionistas habían logrado desarticular el movimiento de los trinitarios y expulsar al exilio, el 10 de septiembre de aquel año, a los más destacados luchadores por la fundación de la Patria, declarando a Duarte, Sánchez, Juan Evangelista Jiménez, Ramón Matías Mella, Pedro Alejandrino Pina y Juan Isidro Pérez, entre otros, como traidores a la patria. La República todavía joven, terminaba en las manos de la dictadura constitucional que encabezó el general Pedro Santana a finales de 1844.

El dolor de Duarte al verse sin patria lo llevó a escribir el poema que tituló “La cartera del proscrito”, en el que lamentó su exilio: “Cuan triste, largo y cansado, / cuan angustioso camino, / señala el Ente divino/ al infeliz desterrado./ Ir por el mundo perdido/ a merecer su piedad,/ en profunda oscuridad/ el horizonte sumido./ El suelo dejar querido/ de nuestra infancia testigo,/ sin columbrar a un amigo/ de quien decir me despido.”

Los residuos de la organización La Trinitaria eran agresivamente vigilados, y al comenzar el año de 1845 un prestigioso grupo de aquellos fue acusado de conspiración, juzgado y condenado al patíbulo. El 27 de febrero de ese año, como para simbolizar el interés del gobierno de Pedro Santana, fueron fusilados María Trinidad Sánchez, hermana del patricio Francisco del Rosario Sánchez, Andrés Sánchez, José del Carmen Figueroa y Nicolás de Barías y en marzo del mismo año fueron expulsados al exilio todos los familiares de Duarte, reuniéndose con él en Venezuela donde fueron muriendo uno a uno sin ver cumplido sus sueños. El 17 de septiembre fueron fusilados los hermanos José Joaquín y Gabino Puello, hombres de mucha valía en la lucha por la independencia.

La historia no recoge a totalidad todo el dolor, hambre y soledad de Duarte y sus compañeros en el destierro, porque durante aquellos 17 años de la Primera República, es decir entre 1844 y 1861, algunos regresaron acogiéndose a la amnistía, pero otros estaban expulsados a perpetuidad de su patria mal viviendo en Venezuela, Curazao y Saint Thomas. Pero cuando los antinacionales, enemigos de la República y la soberanía lograron el 18 de marzo de 1861, volver el país a su condición de colonia de España, resurgieron de sus pasados y del olvido los mismos que encabezaron la proclamación de la República el 27 de febrero de 1844.

Francisco del Rosario Sánchez muy enfermo y exiliado para entonces en Saint Thomas, al enterarse de los planes de Pedro Santana para anexionar a Santo Domingo a España proclamó su condición de independentista, comenzó los preparativos para regresar a luchar a la patria y exclamó que “si la maledicencia buscare pretextos para mancillar mi conducta, responderéis a cualquier cargo diciendo en alta voz, aunque sin jactancia, que yo soy la bandera nacional”. Encabezando el Movimiento de la Regeneración ingresó al país por la frontera dominico-haitiana, siendo apresado y fusilado el 4 de julio de 1861 en San Juan de la Maguana.

Llegado el año de 1863, los patriotas anti españoles organizaban la lucha para restaurar la soberana perdida y en un afán sin limites para decirle al pueblo dominicano que el movimiento que se iniciaba era para proclamar la Republica Dominicana, adelantaron sus planes conspirativos para que el movimiento estallara el 27 de feberero de ese año, lo que no se pudo lograr al ser detectada la conspiración. Hubo que esperar hasta el 16 de agosto para que la luz de la libertad y la independencia resplandecieran desde Capotillo y se extendiera por los campos de batallas.

Ramón Matías Mella, quien se encontraba en Saint Thomas en 1863, al enterarse de los preparativos de los restauradores para iniciar la lucha por la independencia, se hizo pasar como partidario de la anexión y de los españoles, juró lealtad a los reyes de España y con pasaporte concedido por las autoridades, regresó al país el 15 de agosto. Inmediatamente se integró al ejército libertador, llegando a alcanzar el rango de General y Ministro de Guerra del Ejercito Restauradores.

El eco de la libertad retumbó en la selva venezolana levantando a Juan Pablo Duarte del olvido, motivándolo para que él y su hermano Vicente Celestino, además de Manuel Rodríguez Objío y otros despatriados organizaran su regreso al país para integrarse a la lucha que meses antes, en 1863 se había iniciado en Capotillo. Con armas y otros recursos llegaron al país por Monte Cristi el 25 de marzo de 1864, poniéndose de inmediato al servicio del gobierno restaurador.

Allí, en el campo de batalla, intentando reconstruir la republica que había sido destrozada por Pedro Santana y Buenaventura Báez, se reunieron Duarte y Mella, en el momento en que este último se encontraba en lecho de muerte. En el abrazo que selló aquel reencuentro quedaba plasmada la esperanza de volver a liberar la Republica, el sueño perenne de los trinitarios.

A 163 años de la Independencia y 144 de la restauración, aquella enseñanza de Juan Pablo Duarte y los Trinitarios y su afán por constituir una República Dominicana libre y soberana de toda potencia extranjera, todavía permanece vigente para todos los dominicanos. Muchas gracias.


* Alejandro Paulino Ramos es profesor de la Escuela de Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, funcionario del Archivo General de la Nación y miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia)

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